Diario de León

En quince años la población del valle se ha reducido de 2.556 habitantes a apenas 1.600, casi todos jubilados

Sabero, el «cobaya» de la reconversión minera, ha perdido un 40% de vecinos

El valle de Sabero tiene el dudoso privilegio de haber servido de ratón de experimentos o cobaya para la reconversión minera de todo el

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Antonio Núñez - león
León

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Antes las administraciones públicas habían hecho algunos amagos con explotaciones a cielo abierto de lignito en Teruel, pero donde la reconversión se probó a fondo fue en las galerías subterráneas de Sabero con ramificaciones en Cistierna, La Ercina y todas las poblaciones de los alrededores. Según el alcalde de Sabero, Fracisco García Álvarez, el municipio llegó a contar con 5.000 habitantes a primeros de los años sesenta, todos vinculados a la economía de las minas de carbón, que daban empleo a la comarca, aunque ahora el censo de población se haya reducido a una tercera parte: apenas 1.600 vecinos, repartidos entre cinco pueblos o pedanías, donde sólo una décima parte es población activa y es resto un conglomerado de jubilados o prejubilados del carbón y de la ganadería. Hulleras de Sabero, que fue la tiempos la empresa motor del valle y de la comarca, cerró en 1991 porque el carbón dejaba de ser rentable en Europa y en ella se ensayó la primera reconversión minera. De aquella la empresa contaba con un millar de trabajadores, pero aún antes, en los años sesenta del pasado siglo, llegó a tener el doble. Las primeras rescisiones de contratos llegaron en los sesenta con un cambio de propiedad de la empresa, que supuso la desaparición de la mitad de la plantilla y las segundas con el plan de reconversión minera, que mandó a todos al paro. El alcalde de Sabero, Francisco García Álvarez, del PP, recuerda los avatares de la época como oficinista de la mina y se consuela pensando que lo que hoy le pasa al valle era inevitable, «porque lo había decidido Europa». Del millar largo final de trabajadores de Hulleras de Sabero, vistas las nulas perspetivas de futuro, aproximadamente doscientos se apuntaron a cobrar rápido los despidos más un año añadido de salario, otros trescientos llegaron a prejubilaciones y el resto, casi quinientos, aceptaron indemnizaciones de seis a ocho millones de pesetas de las de entonces en un referendum empresarial que fue aprobado por abrumadora mayoría y porque no quedaba más remedio. Según el alcalde, ahora no sería tan fácil entender por qué la gente aceptó aquello, pero él mismo reconoce que quedaban pocas alternativas: «la empresa decía que iba a cerrar de todas formas y en el otro platillo de la balanza nos ponían un dinero en mano y dos años de seguro de desempleo, así que la gente aceptó por mayoría. ¿Qué hubiera pasado hoy de haber sabido lo que vino despues? A lo mejor se podía haber resistido un poco más, pero la cuestión estaba decidida, me refiero al cierre, de manera que la gente optó por la única salida que entonces parecía que quedaba». Calculando lo que pasó luego en otras cuentas el alcalde cree que lo de su pueblo fue un ensayo.

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