Diario de León

Maragall descarta por ahora el anticipo y prioriza el referéndum de aprobación del Estatut

Los partidos catalanes dan por hecho el adelanto de las autonómicas

El presidente anuncia medidas contra ERC si su presencia en el Gobierno dificulta la reforma

Josep Piqué interviene en el pleno en presencia de Francesc Vendrell (PPC) y Artur Mas (CiU)

Josep Piqué interviene en el pleno en presencia de Francesc Vendrell (PPC) y Artur Mas (CiU)

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Ramón Gorriarán - barcelona
León

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Elecciones. La palabra corre de boca en boca entre los dirigentes políticos catalanes sin distinción de color. Pasqual Maragall, sin embargo, dio una larga cambiada y rehuyó cualquier mención a un anticipo de los comicios autonómicos durante el debate en el Parlamento de Cataluña sobre la reciente remodelación de su Gobierno. «Lo que a mí me importa -advirtió- es el Estatuto», y lo demás, por ahora, es secundario. La precariedad del tripartito catalán se mantendrá unos meses más. La solución a la crisis de la alianza de socialistas, republicanos e Iniciativa pasa por un adelanto de las elecciones autonómicas previstas para noviembre de 2007. El diagnóstico no es de la oposición de CiU y PP, que también, sino de la totalidad de las fuerzas políticas catalanas. Es, en palabras del Artur Mas, «un clamor». Las diferencias radican en el momento de convocarlas, aunque la tesis de celebrarlas en otoño, tras el referéndum sobre la reforma del Estatut del 18 de junio, gana enteros día a día. La convivencia en el tripartito no da más de sí, reconocen fuentes de todos los grupos gobernantes. La decisión de Esquerra Republicana de votar no en la consulta ha sido la puntilla. Maragall calificó la negativa de «traición a Cataluña», aunque más bien se trata de una 'cuchillada¿ a su fórmula de gobierno que, según el parecer general, imposibilita su continuidad. El presidente autonómico, sin embargo, eludió toda referencia a un adelanto electoral en su comparecencia en el Parlamento catalán. Medidas Anunció que tomará «inmediatamente las medidas que sean necesarias» si «la cohabitación» de posturas contradictorias sobre el Estatut en el Gobierno «perjudica», aunque sea «mínimamente», la aprobación de la reforma. Ése es, según el presidente de la Generalitat, el objetivo supremo de la legislatura y su «responsabilidad como presidente pasa por la aprobación del Estatut», y en esa labor debe implicarse «toda la Generalitat». Las palabras del Maragall estaban dirigidas a los consejeros republicanos, quienes, según Josep Lluis Carod-Rovira, no van a participar en la campaña del referéndum. Una inhibición que tiene dos interpretaciones: un gesto amistoso hacia Maragall porque de intervenir en los mítines tendrían que defender el no, o bien un desplante con el que evidencian el desmarque de la postura gubernamental. El líder de CiU preguntó al presidente de la Generalitat si creía que «con la que está cayendo, el Gobierno está preparado para encarar el final de la legislatura. Yo -dijo- creo que no, y es un clamor». No obtuvo contestación. Artur Mas buscó el cuerpo a cuerpo y acusó a Maragall de presidir un Gobierno «acéfalo», que se encuentra en «la picota», pero no por la labor de la oposición sino por «las contradicciones de sus socios». El portavoz del PP, Josep Piqué, habló de un Ejecutivo de «vodevil, sainete y espectáculo», y apuntó que el tripartito podría ser calificado de «marxista», pero de «la tendencia Groucho», momento en que la tensión contenida en comisión primera del Parlament cedió el paso a las carcajadas. Piqué reclamó a Maragall que convoque elecciones cuanto antes mejor» para que los catalanes puedan «configurar un nuevo Gobierno» porque «se han perdido dos años y medio».

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