Diario de León

El humo ahuyenta a los turistas que acudieron a Sanxenxo y Arousa

Publicado por
Serxio González - galicia
León

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«Más gente, menos gente, qué se yo si hay más o menos gente. Pues sí, sí que hay menos. Mucho humo y menos gente. No hay más que humo». Bajo la charla envolvente se esconde un vendedor de ropa interior y lencería, de los que cada semana cuelgan sus productos en el mercadillo de Portonovo. Atestado de turistas interiores y visitantes venidos de más allá del Padornelo, nadie diría que este pequeño y emblemático lugar esté sufriendo los efectos perniciosos del terrorismo incendiario que asola Galicia. Sin embargo, basta rascar la superficie del entorno de Sanxenxo para descubrir una realidad preocupante. La jornada, pronto se hará patente, se despierta engañosa. Por primera vez en una semana, el aire es respirable, en el cielo se intuye al fin un tono azul y es posible pasear sin toser. Los incendios que vomitaban sobre las rías de Arousa y Pontevedra fuego y humo parecen conceder una tregua. «Llegamos aquí el sábado. Desde entonces no hemos visto el mar». Así de duro. Charo es de Eibar. Vino a Sanxenxo con su marido, Santi, y su hijo Ibon, de diez años. Sin aspiraciones desmedidas. Lo que Galicia y la memoria de un viaje, de aquellos que uno hacía cuando era más joven, ofrecen sin fallo: buena comida, buena gente, algunos amigos asentados por aquí y tal vez un tiempo decente. Veranear se ha convertido en un lujo filipino. ¿Quién puede arriesgarse a compartir mesa y mantel con el fuego en sus contados días de siesta? Que conste que ellos lo han intentado. «El sábado plantamos la tienda y nos hicimos con el lugar; entonces todo parecía estar bien». De ahí en adelante, sus vacaciones son un relato por capítulos de la catástrofe, vista con los ojos de quien llega de fuera y supone a la sociedad gallega un cariño atávico hacia su tierra.

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