Diario de León

| Análisis | Culpas pasadas |

Monseñor y monseñor, silencio

Los obispos leoneses se resisten a opinar sobre la recuperación de la memoria histórica de los republicanos, pero mantienen abiertos varios procesos para beatificar a religiosos y sacerdotes considerados mártires d

Publicado por
M. Romero
León

Creado:

Actualizado:

león

La Iglesia de León se mantiene extraordinaria cauta. Ninguno de los dos obispos, ni el de la diócesis de León ni el de la de Astorga, ha accedido a responder un cuestionario que exigieron por escrito y al que finalmente no hicieron frente «para evitar polémicas que es necesario evitar». Se preguntaba a los prelados su opinión propia sobre asuntos como la Ley de la Memoria Histórica o la exhumación de fosas del franquismo. También evitaron responder si la Iglesia Católica, como lo ha hecho en otros casos, debería pedir perdón por sus culpas del pasado y si consideran, como el presidente de los obispos, que hablar de memoria histórica es «trasladar el problema a generaciones fututuras».

Los únicos movimientos que han hecho las diócesis hasta este momento es la recuperación de su propia memoria histórica, con la aportación de numerosos beatos a los actos masivos de consagración que se realizaron durante los últimos años del Papado de Juan Pablo II y también con Benedicto XVI. Ambos obispados tienen abiertos, además, varios procesos para tramitar la beatificación de los «mártires» de la Guerra Civil, considerados así aquellos sacerdotes o religiosos que fueron asesinados entre 1936 y 1939 exclusivamente por motivos de odio a la fe cristiana.

Según los datos que obran en poder de este periódico, los testimonios archivados en el Obsipado a partir de 1940 hablan de 31 sacerdotes y seminaristsa leoneses asesinados durante la contienda. Ninguno de ellos por parte del bando rebelde. Se desconoce la documentación que conserva la Diócesis de Astorga a este respecto.

Documento incendiario

Entre los documentos dictados por la Iglesia en la época de la dictadura, hay uno especialmente importante porque constata, sin duda alguna, el papel de apoyo a la represión ejercido por la jerarquía católica. Se trata del Boletín Oficial del Obispado de León del 22 de julio de 1940. Es un monográfico en homenaje a los sacerdotes y seminaristas asesinados o muertos en el frente durante la Guerra Civil. «No ha sido nuestra diócesis la más azotada en la tormenta marxista que asoló España. Gracias a Dios y a la Virgen del Camino, León se vio pronto libre de la zarpa de la bestia roja, que estuvo a punto de caer sobre la ciudad y sobre la provincia. Ciego estará el que no vea la protección divina sobre nosotros porque, humanamente, no había remedio para el peligro, ya que los recursos de fuerza y de habilidad que podían desplegar los hombres eran juegos pueriles para deshacer la tupida malla que nos tenía envueltos. Los resortes del Estado, las armas, los enlaces del sindicalismo rojo, todo en poder del enemigo. Una tormenta de sangre Y, sin embargo, toda la tormenta que nos amenazaba, se disipó en pocas horas, contra la humana previsión. Y cuando las cosas suceden en contra de toda previsión de los hombres, es que actúa otro poder superior, que los creyentes llamamos providencia. No queremos pensar en lo que hubiera sido de la capital si hubiera caído en manos de los marxistas, ni lo que hubiera sido de los sacerdotes que estaban tranquilamente haciendo ejercicios espirituales en el seminario. Así y todo, en los primeros días, en aquellos días tétricos de julio de 1936, la persecución se ensañó con muchos sacerdotes en los pueblos dominados por núcleos socialistas. Insultos, amenazas, prisiones, blasfemias a granel, de todo hubo, en abundancia, en nuestra diócesis, teniendo que huir no pocos sacerdotes a los montes de la provincia, esconderse en las grutas para librarse de la fiera roja».

«Fueron días de zozobra -”continúa-”, de temores, sin noticias consoladoras, casi sin esperanzas de liberación y cuando nuestros militares y el voluntariado de la juventud leoneses deshicieron la organización de la turba, que bramaba, brilló, en casi toda nuestra diócesis, el sol de la justicia y se afianzaó el ambiente de paz y de tranquilidad. Marxismo con raíces Hubo, sin embargo, dos zonas pequeñas que no pudieron librarse de la tiranía roja. Una en la provincia de León, otra en la de Santander. La una enclavada en el Partido de la Vecilla, en donde el marxismo había echado raíces; y la otra en los valles risueños y dulces de Liébana, a donde no habían llegado las olas Godas y Aganenas. En ambas se derramó sangre inocente y heroica de sacerdotes. En aquellos días preguntaba yo a un jefecillo rojo: ¿Por qué perseguís así a los curas? ¿No véis que son pobres, que no tienen armas, que son víctimas de la plutocracia, como vosotros? Tiene usted razón, contestó; pero los curas nos estorban. En verdad, los curas son un estorbo para la demagogia; son un estorbo para el libertinaje; predican austeridad, amor y para los marxistas no hay más odio de clases. Después de todo, bendigamos a Dios que nos ha proporcionado en esta persecución ejemplos dignos de imitar, y así como en la primitiva Iglesia hubo notarios que se encargaran de recoger noticias sobre los martirios gloriosos, también en esta ola de odio religioso, que acabamos de sufrir, demos nosotros referir los hechos de los martirios de nuestros sacerdotes para que su memoria sea duradera, para que sus muertes sean, cuando Dios lo quiera y la Santa Sede así lo disponga, elemento de juicio, por si algún día, la Iglesia, en su criterio infiable, cree que debe estudiar y definir el carácter sobrenatural de estos martirios».

Su discurso en la represión

Son muchos los historiadores que han estudiado el papel de la Iglesia en los años negros de España. Javier Rodríguez González, autor de

, afirma en su obra que «la Iglesia Católica justificó y amparó la represión franquista, convirtiéndose en un poder fáctico dentro de la dictadura. Con la sublevación de julio de 1936, la Iglesia veía la oportunidad de recuperar privilegios que históricamente había tenido en España».

El investigador añade: «El discurso ideológico eclesial fue el que proporcionó a los sublevados los argumentos necesarios para poder construir una teoría, apoyada en factores religiosos, que enmascarase las cuestiones de clases que se ocultaban detrás del levantamiento militar».

La legislación franquista -”según recuerda el autor, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de León-” favoreció a la Iglesia en los aspectos más variados de la sociedad, como en la educación, familia, legislación laboral y censura en la prensa y el cine; la protegió judicialmente -”se persiguieron los delitos contra la religión católica-” y la benefición económicamente -”Ley sobre los Haberes del Clero y exención contributiva de los bienes eclesiásticos-”.

Neutral, o no

Pero «la contraprestación», como la define Rodríguez, fue mutua, pues «cuando fue necesario la Iglesia defendió al régimen». Así, ante la derrota militar del Eje en 1945, la jerarquía católica afirma que España es ajena a los países vencidos y que se ha mantenido rigurosamente neutral a lo largo de todo el conflicto.

Por su parte, Santiago Vega Sombría, investigador de la represión franquista, asegura en su tesis: «La coerción religiosa representó un factor determinante de control social, pues la Iglesia Católica fue la institución que en mayor medida contribuyó a la socialización del régimen franquista. Desde el 19 de julio de 1936 volvió a ser oficial -”y prácticamente también obligatorio-” la religión católica, retornaron las manifestaciones públicas multitudinarias de religiosidad a las que se vieron forzados a acudir los no practicantes, para evitar ser perseguidos o señalados como desafectos».

tracking