El respeto en las teleseries

En medios católicos hay gran polémica por las reiteradas faltas de respeto que Los Serrano , la serie de Globomedia, se ha permitido prodigar contra la religión: chanzas sobre la eucaristía y la confesión, mofa de un cura ebrio, chistecitos sobre las misiones, parodia de las apariciones, befa del costalero Son demasiadas cosas seguidas -y en fechas demasiado sensibles- como para considerarlo producto del azar. Por encontrar una formulación templada, digamos que Los Serrano han introducido lo religioso en su repertorio cómico y que eso ha hecho pupa. Visto el asunto en perspectiva, la verdad es que la serie está en su derecho de blasfemar a los cuatro vientos: hoy en día uno no puede dudar de ciertas cosas ni tomarse a broma ciertas otras, pero Dios ya no entra en el índice de asuntos intocables; eso es la modernidad. De manera que si Los Serrano quieren pasar a gravitar en torno a la órbita «marciana», allá ellos. A mí lo que más me inquietó del episodio no fue tanto la falta de respeto como la soberbia de los responsables de la cosa, que justificaron su exceso escudándose en los ocho millones de espectadores que tuvo ese episodio. Tal argumento presupone que sintonizar un determinado programa es un acto de adhesión ideológica al programa en cuestión, y eso es mucho presuponer. De entrada, ver un programa no significa firmar un cheque en blanco, y eso sin contar con el hecho constatado de que la gente, aunque vea la tele, no siempre la mira, matiz que tiene su importancia. Ahora bien, la suavidad de las costumbres exige un requisito elemental: el respeto mutuo. Cuando este falta, se corre el riesgo de suscitar reacciones menos suaves.