Sarcasmo

Lo que hace con El caso Slevin Paul McGuigan, un fotógrafo escocés currado en la publicidad y documentales, es un sarcasmo sobre el thriller, burlándose de sus resortes e ironizando sobre sus claves, sangre, crímenes y personajes retorcidos. Como siguiendo la estela de Tarantino e imitadores varios. Tramposilla aunque hábil, de las que abren con buenas vibraciones, pero que en cuanto las luces se encienden, recuperas la posición vertical y tras dar unos pasos, descubres el tocomocho. Conste que eso no denigra a McGuigan en absoluto, que otros atracos fílmicos se cometen y nadie parece mosquearse. Ocurre que va de ventajista pero intenta disimularlo. En los primeros minutos asistimos a secuencias con lógica aparente pero con la planificación trucada para birlar información al espectador. No duda en mostrarnos un disparo fundamental que finalmente no existió. Maneja la cámara ocultando determinados rostros para descubrirlos en las secuencias de cierre. Cine coyuntural, aparentando una chispa que el paso de los años diluirá como azúcar en agua hirviendo. Nada es lo que parece en una tópica crónica de venganza a la que a veces salva el personaje de Willis. Un estilo que pondría de los nervios a quien tenga al cine en mejor consideración que la del simple artificio. Nació el proyecto en Film Engine, fundada por varios amigos (entre ellos el propio Josh Hartnett) pertenecientes a una generación crecida al margen de los grandes y pequeños clásicos. Por fuerza, eso acaba notándose. Entretenimiento a palo seco. El caso Slevin no da para más. Quien carezca de memoria cinematográfica, o adopte la postura frívola del usar y tirar, encontrará aquí lo que busca. También están en su derecho de subirse al carro del oportunismo actores de la talla de Bruce Willis, Morgan Freeman y hasta el gran Ben Kingsley, dignos de empresas bastante más reconfortantes. «EL CASO SLEVIN»: Thriller. Director: Paul McGuigan. Intérpretes: Josh Harnett, Bruce Willis, Morgan Freeman.