Aquel mítico Lisboa se hace arte y Deseo

POR Susana vergara pedreira

Sugerir es un arte. Lo hacen desde la misma puerta de entrada en El Deseo. El nombre, el logo, el ambiente. Pura sugerencia. Y luego, arte. En las paredes, en el techo, en la barra. Puro equilibrio. Más es menos y viceversa. Sobrio y estridente. Elegante y extravagante. Pura fusión. Buena mezcla. Como en las copas.

En la sala, Venini y su cristal de murano que antaño iluminó palacios y aquí es luz para un reflejo. El diseño industrial de Verner Panton y sus hierros en sofás y sillones que invitan a la charla. La creación abstracta del polifacético y contestado Willy Rizzo junto a la inspiración del famoso aplique de latón de Jules Wabbes. Las imágenes e imaginación de Marcel Wanders frente a la litografía mítica del Mulato de Manada invitando al disfrute. Y la moringa de la India que inspiró al arquitecto creador Josef Frank en el techo, extendiendo las hojas coloristas de árbol de la vida que cautivó a un europeo del norte en la tierra santa del Indo, fascinó el siglo XX, lo revolucionó y cambió para siempre tapizados y tejidos.

En la barra, Daniel Giganto, Dani el coctelero , criado en el Amancio, llegado del santuario de El Bulli, creando cócteles de diseño, a medida, a gusto. A escoger 97 ginebras y siete tónicas, 17 vodkas, 12 mezclas con nombres míticos y dos con nombre propio. Por elegir, hasta la forma de la copa. Siempre enfriada a -58 grados en CO2, en una de las únicas diez máquinas que hay en todo el país. Bañado todo en música soul y jazz fusión para la tarde, intensa y house en la noche, e imaginación y contundencia en la última hora. Desde las cuatro de la tarde hasta las 3,30 de la madrugada, una hora más si es fin de semana.

Al frente, Toño Matilla La Cava de Santa Clara , Jorge Pablos Rocco y Jesús Riol Suso.

Todo en el local de aquel mítico Lisboa, que cobijó casi hasta el amanecer los sueños de una generación de jóvenes leoneses. Y no siempre quedó en un deseo.