Diario de León

comendador | SORRIBAS

Amador, una vida para el vino

Viticultor y bodeguero por legado familiar, Amador Sánchez buscó salida a su vino a través de la puerta del mar. Reconocido proveedor de barcos en el puerto de La Coruña, fue también conocido tabernero allí, aunque repartía su tiempo entre la tasca y la labor en la viña y en la bodega.

Amador Sánchez, en el fragor de	 la conversación	a las puertas de su bodega 	en Sorribas.

Amador Sánchez, en el fragor de la conversación a las puertas de su bodega en Sorribas.

Publicado por
Rafael Blanco
León

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No le va la vida en el mundo del vino a pesar de que Amador Sánchez ha dedicado toda su vida al vino. Y aunque hace esa afirmación desde su condición de jubilado, uno sabe que no es verdad y que hubiese dedicado otra vida entera a elaborar mencías que en otros tiempos, en los que ejercía como tabernero, hacían más llevaderas las tardes de invierno en el barrio más marinero de La Coruña y más soportables las travesías de primavera en los barcos que aprovisionaba del mejor tinto posible. Lo hacía desde su doble condición de viticultor y bodeguero en Sorribas y vendedor de su producto en el entorno del puerto que abre Galicia al Atlántico más inmenso. Una vida a caballo entre el Bierzo, donde hacía el vino, y la capital gallega del Atlántico, donde lo vendía. Tiene allí tantos amigos que todo el vino que pudiera llegar a hacer sería insuficiente para premiarlos. Pero aquellos tiempos, aquellos momentos y aquellas convicciones han derivado en una situación en la que el titular del recurrente reclamo comercial en el que se hacía mención a la venta de los vinos del Bierzo, o más concretamente de Cacabelos, venido efectivamente a jubilado, reduce su actividad al aprovechamiento del viñedo propio a través de la venta directa de la vendimia o la elaboración, por compromiso de quien la demanda o de una cierta exigencia familiar del mantenimiento de la labor. Amador Sánchez no hace más vino del que vende-¦ del que se vende, porque se niega a hacer mayores esfuerzos comerciales que los que asume una de sus hijas, por cuya ilusión mantiene un cierto nivel de actividad en la viña y en la bodega. Elabora lo justo para atender a una reducida red de distribución. Mantiene la actividad por empeño de las mujeres de la casa, su esposa y sobre todo sus dos hijas. Planteadas así las cosas, Comendador, la vieja casona de Sorribas que cobija la bodega, es un espacio de observación y debate en el que se hace el vino justo para entretener a unos y satisfacer a otros, clientes históricos que anualmente se pasan por la bodega a recoger su cupo , distribuidores que de cosecha en cosecha dan por reservada una cantidad fija, hosteleros gallegos avezados en el consumo de mencía de calidad. En fin, amigos.

El Lagar de Amador (26.000 botellas; 2,90 euros en bodega) es el vino de acceso a la gama que completa una línea de superior calidad arropada con la referencia señera de la casa, Villarromana del Mirador, que cobija un excelente godello (3.000, 4,60), un tinto joven (7.000; 3,00) y un crianza. En el 2004 recibió el primer reconocimiento importante por la calidad de su vino, sobre la que él nunca tuvo dudas. A aquella primera medalla de oro para el Villarromana del 2003, sumó otras dos del mismo brillo para el crianza en los años 2005 y 2006, así como un Bacchus de plata. En el 2010 volvió a dar la campaña con otro oro para el joven en el concurso que se organiza en torno a la feria alemana Prowine y fue el verdadero protagonista del Concurso Internacional de Vinos del Noroeste, en Ponferrada, consiguiendo un Gran Oro para ese mismo vino y un Oro de León para el Lagar de Amador. En fin, reconocimientos sin duda muy justos pero que para él tienen menos valor que el que le otorga el que lo disfruta.

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