Diario de León

La medicina de ‘cabecera’/atención primaria/familia

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Desde bastante antes de que se iniciara esta pandemia por Covid-19 ya se estaba trasladando a la opinión pública que la Atención Primaria tenía que replantearse. No podía ser que en una Comunidad como la nuestra —poco poblada, dispersa y con la franja de edad más elevada en los tramos altos de vida—, se llegase personalmente a todos los lugares, al último pueblo, a la última zona de salud. Era «caro». No había recursos. Faltaban profesionales… Y esto es lo que ha puesto en evidencia esta pandemia. Hemos sufrido las consecuencias de la falta de inversión, de la falta de profesionales, de no sustituir a los que enferman o se jubilan… A partir de ya, se nos va a teledirigir o a móvildirigir. Es un hecho a día de hoy que en Salud la Telemedicina la tenemos ya en marcha. A ello ha ayudado el Covid-19.

Un poco de historia

1. Atención Especializada. Desde siempre ha sido la hermana mayor de la medicina. Cada especialista maneja sus conocimientos y todos son muy buenos en su trabajo. Sí bien, debo aclarar que si a un oftalmólogo le preguntas por el redondo mayor igual tiene que parar a pensar que es un músculo; cómo es posible que si a un endocrino le preguntas por el piramidal, tenga que pensar que es un hueso de la muñeca o si por ejemplo a un traumatólogo le preguntamos por la endolinfa, tendría que pensar hasta decir que es un liquido de nuestro oído interno. Son ejemplos exagerados. Con esto quiero decir que la atención especializada es muy buena pero no interconexiona con otras especialidades. Es evidente (en mi opinión) y se ve en nuestras consultas. Cada uno va a lo suyo y repito cada uno en lo suyo es bueno. Yo lo estoy experimentando.

Con la Atención Primaria la desconexión es total. Recuerdo los tiempos de mi actividad laboral en la que era amigo o conocía a prácticamente todos los especialistas y con ellos intercambiaba impresiones de nuestros pacientes.

2. Atencion Primaria. Este concepto ha evolucionado de forma extraordinaria. En mis primeros años fui ‘médico de cabecera’, allá por 1972. Éramos médicos de APD (Asistencia Pública Domiciliaria). No precisabamos ni boli ni papel y lo de la historia clínica aun menos. Conocías personalmente a tus pacientes, los llamabas por el nombre y conocías las enfermedades pasadas por toda la familia. ¡Si es aquel niño que lo paso tan mal del sarampión!... Expresiones como esta eran de lo más habitual en nuestra labor diaria como médicos de cabecera, de «a pie»

Luego «evolucionamos». Con los centros de salud, pasamos a llamarnos, medico de Atención Primaria. Ya provistos de papel y boli y de una carpeta que era la historia clínica.

Lo apuntábamos casi todo, nos parecía más fácil, comenzamos a mirar menos a la cara del paciente y a explorarle… mucho menos. Había llegado la época de los programas, del colesterol, de la tensión arterial, de hacer analíticas (aunque no fueran precisas), de la radiografía de rigor, de las múltiples interconsultas con los especialistas, de un control en términos generales de la población que podía parecer mejor pero que a mi entender comenzaba a decaer tal y como yo la inicie y con la que me identificaba.

Luego dimos en llamarnos médicos de familia, sonaba muy bien, la realidad es que nos alejaba aun más de la medicina de cabecera. Ahora ya provistos de un ordenador, casi no hacía falta ni boli ni papel. Mirar al paciente era raro porqué estabas pendiente de la pantalla, de ingresar datos, de ver los análisis, de ver si tenía alguna interconsulta. A veces ni le preguntabas al paciente cual era la razón de la consulta. La camilla de exploración se utilizaba alguna vez, el fonendos colgado del cuello. La forma de trabajar eran, los papeles. Papeles de recetas, análisis, radiografías, volantes, interconsultas… cada paciente uno tras otro, salía con algún papel en la mano.

Todos los días al llegar a la consulta tenías encima de la mesa una larga lista de pacientes, que acudían por razones muy diversas y dentro de un marco general de la medicina. Tenías que gestionar esa lista, a veces sin tiempo material para hacer medianamente bien las cosas. «La S.S. es un empresa (al menos para mí) a la que no le importa si haces bien o mal tu trabajo», solo quería en aquel momento que esa lista tuviera tantas cruces como pacientes, fuera al cubo de la basura y sin «problemas». Nadie vino nunca a ver si mis historias estaban bien o no lo estaban. Solo algunos años miraban «por encima» para ver si éramos merecedores de una paga extra por nuestro «bien hacer». Si cobrabas, habías cumplido objetivos (los que te marcaba la empresa…)

3. Medicos sujetos a un móvil o Telemedicina. Más en consonancia con la Atención Especializada. A nivel de Atención Primaria, acabará con el listado diario, acabara con las consultas personales, acabara con la historia clínica (y digo clínica), acabara con conocer físicamente a tus pacientes y acabara con muchas otras cosas… piensen. En cambio nos pegaremos más de lo que lo hacemos a un móvil o a un ordenador. Incluso no nos hará falta el fonendos, ni el boli, ni la camilla ni nada. Con un móvil y un ordenador lo tendremos todo. Dudo que el paciente sea el eje de nuestra actividad.

Seguro que aun hay familias que no pueden tener un móvil o un ordenador; seguro que aun hay gente mayor que no saben utilizarlos o les cuesta trabajo; seguro que hay zonas en Leon a las que no llega señal de alguna de estas o de ninguna, ¡seguro¡

Nuestras unidades administrativas que se colapsan actualmente con 5 llamadas, resistirán 200 o 300? Nuestros ordenadores que se «petan» cada dos por tres sin la telemedicina, ¿cuántas horas tardaran en responder por estar colgados hasta que alguien los descuelgue? Así pues y ante la situación que vivimos, a la Administración Sanitaria le ha venido como anillo al dedo «sus» problemas con la medicina rural. Comienza una nueva era para la Medicina de A. P. A mí, me gusto la medicina de cabecera que ejercí. Se reactivan las interconsultas en hospitales para otras patologías que no sean por coronavirus, se vuelve a la actividad extra covid.

Pero, no estamos aun en esa «nueva normalidad» que ni sé lo que es ni me interesa, porqué esta tan lejos que ni la imagino. No todo va tan bien, sabemos poco del virus…

Nuestra desescalada aun no ha comenzado. Estamos en fase 0 y a la espera de un rebrote. Tan solo tenemos un 5% de inmunizados, es decir de cada 100 pacientes, 5 tienen anticuerpos supuestamente neutralizantes (no sabemos por cuánto tiempo), los 95 restantes estamos expuestos a ser infectados. Con tan solo esta prevalencia (del 5%) los hospitales se colapsaron y hubo que crear unidades extra hospitalarias para poder «atender» a todos los pacientes. Lamentable.

No me imagino cómo se podrán desenvolver nuestras ucis ante un rebrote que infecte a un 10%. ¿Estamos preparados? Por la vacuna «sentémonos»… aún no.

Un día de estos salí en bici por toda la ribera del Bernesga y la del Torio, dentro de mi franja horaria y de los límites municipales. Desde las 10 hasta las 12, total unos 22 kilómetros. Iba con la «intención de observar», más que de hacer deporte.

—Me cruce con unas 40-50 bicicletas, todos los conductores eran niños o adultos, no vi creo a ninguno de mi edad.

—Más de 30-40 personas paseando con perros. No tengo nada contra los perros, pero nunca creí que hubiera tantos y tan bien tratados. Parece ser no tienen franja horaria.

—Un 80% de los paseantes o eran niños, con su o sus padres, jóvenes haciendo deporte, adultos paseando y quizás (y me quedo corto) un 15-20% en su franja permitida. La mía

—Unos con mascarilla, otros sin ella, los que la llevaban algunos por debajo de la nariz otros al cuello, algunos incluso en la mano… mucha gente fuera de su tramo de salida con bolsas casi todas vacías, cajas… Aún así debo reconocer que más civilizados que ese «rebaño» de carneros del barrio de Salamanca de Madrid.

Conclusión: no hay responsabilidad, no cumplimos las franjas horarias, cada cual sale cuando mejor le gusta o cuando salen sus amigos, no se respetan las distancias. Un caos.

En su momento dije que o este virus comienza a dar signos de debilidad o es muy cabrón. Le estamos dando demasiadas oportunidades.

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