Diario de León

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La Fundación Obra Social de Castilla y León (Fundos) decidirá si el capítulo judicial sobre la propiedad de la herencia de las cajas de ahorros se queda en el punto fijado esta semana o si mantiene el pulso con Unicaja por el millonario patrimonio (tan millonario que unos dicen cien millones y otros cientos de millones de euros, cuando en realidad buena parte de él es de «valor incalculable»). La cuestión, según la primera instancia, es compleja pero está más que clara: fue la propia Caja España Duero, aquel cajón de sastre que acumuló más desmanes que aciertos y sobre el que nunca nadie ha rendido cuentas, la que decidió cómo se hacía el reparto de propiedades, muy consciente de lo que amañaba. Decidió que la mayor parte de los bienes pasaran al banco que se creaba, en cuyo bando se fijaron sueldo quienes gestionaban la entidad; y ni el consejo de administración ni la asamblea general ni las administraciones públicas ni los impositores ni san pito pato se dio por enterado de aquello que se firmó ante notario.

El barco de la fundación quedó a la deriva hasta que la Junta, cuando ya no hubo más remedio, decidió constituir una lustrosa comisión gestora para poner timón al despropósito de la herencia de las obras sociales, que por entonces perdían ya todo derecho sobre una entidad financiera intervenida y a subasta. Los insignes gestores pergeñaron Fundos, y tampoco advirtieron que el patrimonio en teoría de los ahorradores había volado al cobijo de intereses financieros, ya entonces muy lejos de estas tierras. Dijeron ante el juez que no habían leído los papeles, con gran bochorno. Quizá era peor reconocer que habían consentido la tropelía.

Lo que ha quedado muy claro es que, más allá de los inmuebles, del inmenso patrimonio artístico y documental que atesoraron durante más de un siglo las cajas locales (no sólo León y Salamanca, todas las que integraron el fallido músculo financiero) sólo se sabe que no se sabe nada. La sucesión de inventarios que presuntamente tenían controlado el tesoro están teñidos de oscurantismo y recovecos poco fiables.

La responsabilidad de poner luz en esta ciénaga tiene muchos frentes, y hasta ahora se han puesto todos de perfil. No caben más excusas para rendir cuentas, ahora está por ver si somos capaces de exigirlas o vamos a seguir dejando que nos roben la cartera. Sea de quien sea, de una vez por todas, digan: ¿dónde está el patrimonio de las cajas?

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