Diario de León

Alfonso García

Miserias y reconocimientos

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Esta tierra nuestra es dura y remisa a la hora de reconocer y valorar, puesto que, en el caso abrumador de las dependencias políticas, qué desgracia, priman por encima de todo las filias, las fobias y demás y múltiples extravagancias.

El caciquismo tiene aquí raíces profundas y eternas. Nada se mueve atendiendo a los principios de la objetividad y la lógica, sino a los intereses y las luchas intestinas, aunque se pongan otros nombres como disculpa. El rechazo de la oposición a nombrar a Raúl Guerra Garrido Hijo Adoptivo de Cacabelos a principios del pasado mes es, por ahora, el último ejemplo. Añada cada cual el adjetivo que estime oportuno. Solo diré que esta actitud define y retrata a quienes han tomado tal decisión. Allá ellos y sus miserias. Pero no es ni será el último caso, pues suele ocurrir que una amplia nómina del politiquerío de estas tierras desamparadas no conozca, desde luego no valore los méritos de los suyos. Pero prima más su sentido de la libertad y de la elegancia que la ceguera de esta casta que padecemos.

Y, como ocurre siempre, el asunto se ha convertido en arma arrojadiza de los partidos políticos. Todo lo que tocan lo convierten en mierda. La guerrita del tú antes y más, viceversa incluido y aumentado. Es fácil que la mayoría de contendientes no haya leído ni una página del escritor de origen berciano. Da igual. Lo importante es utilizar al personaje, y lo que se tercie, para sus artimañas sonrojantes. La falta de elegancia, de respeto y de sensatez articulan su forma de estar en este mundo, acostumbrados, también en estos casos, y con las debidas excepciones, por supuesto, más a los amiguismos que a los méritos verdaderos. Nada tienen de extraño placitas, rincones y medallas —algunos saben currárselo muy bien— que recuerdan a mentores de las eternas promesas incumplidas y aguerridos símbolos del dolce far niente.

En estos tiempos confusos y difíciles uno piensa más necesario que nunca el diálogo, la buena voluntad y la concordia, aunque no necesariamente el acuerdo, pero sí el desacuerdo civilizado y argumentado. No anden buscando siempre chispitas para encender fuegos, que, mientras arden, representan una pérdida de oportunidades. Esta sociedad, con tantos frentes abiertos, necesita un poco de serenidad, no de guerras nimias, estériles y empobrecedoras. Y si no, dedíquense los incendiarios al cultivo de la zanahoria. Po ejemplo. Dicen que es buena para prevenir la ceguera.

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