Diario de León

Creado:

Actualizado:

Salvemos la Navidad, leo y escucho por todas partes ya convertido en eslogan. Es una invitación a consumir, a la que nada cabe objetársele en tiempos con tantos comercios con grandes dificultades económicas. Las compras navideñas sólo degeneran en consumismo cuando se las despoja de su sentido cristiano, regalar y festejar es una manifestación fraternal. Salvemos la Navidad, pues, también este sentido de consumo de rostro humano. Salvemos al pequeño comercio, pero también al mediano y al grande. ¿Quién no necesita ser salvado de algo? Todos. De hecho, aquí estoy y me dejo salvar. Salvemos también al parado y al mendigo, a los deprimidos y a los desesperados, al anciano sin familia —o al que teniéndola es como si no la tuviese—, a los hambrientos de amor y a quienes sangran por heridas invisibles, a lo que queda aún en nosotros del adulto que nuestros padres quisieron que un día fuéramos. Salvemos a la Navidad porque ella nos ha salvado antes muchas veces a nosotros. Admitámoslo, desde hace mucho tiempo los católicos no habíamos tenido una ocasión tan clara para demostrar que lo somos, para vivir tan cristianamente el nacimiento del hijo de Dios, en un humilde pesebre. Salvar la Navidad es, pues, salvarnos a nosotros mismos. Salvando al otro, nos salvamos. Y debemos coger energías espirituales para afrontar todo aquello que parece estar por venir, que no será precisamente una edad de oro. No soy catastrofista, tan sólo un juglar de columnas que mira hacia el horizonte y ve un inquietante humo. Salvemos la Navidad y que ella, aunque no a cambio, nos salve de nuevo.

Ya tengo preparado mi CD de villancicos estadounidenses interpretados por el gran ‘crooner’ leonés Javier Arias. Como si me hubiese consultado antes, están todas las que me gustan. Hasta ‘Blue Christmas’. Lo tengo sin abrir, a la espera de que la Navidad llegue para ser salvada y para salvarnos.

Ha vuelto la nieve a la montaña y se nota, mientras escribo esta columna un viento gélido golpea la ventana de mi despacho. Aquí estoy a resguardo, me digo y le digo. Pero lo que me protege no es sólo tener una casa propia, sino que esta sea además un hogar. La Navidad lo sabe, pues nos conoce. Sabe nuestros nombres y dónde vivimos.

tracking