Diario de León

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Fue una bonita esperanza, empañada por ese complejo tan leonés de ver el vaso medio vacío y ponerse la venda antes de la herida. Por esa fea tradición de recular antes de tiempo, si puede ser tirando piedras contra el propio tejado, para reposar después en el patético confort del ‘ya lo decía yo’, ‘aquí hay lo que hay’, ‘no nos quiere nadie’. ¡Buaaa!

No ayudó que los apoyos de calidad para albergar el centro europeo de ciberseguridad llegaran en tiempo de descuento, y eso que aquí el entramado investigador y empresarial estaba, al menos estéticamente, mejor formado que cuando nadie se planteó siquiera que el polo biomédico y biofarmacéutico local podía presentar sus credenciales para acoger la Agencia Europea del Medicamento. Lo que en el peor de los casos hubiera alumbrado la constitución de un entramado conjunto solvente y la presentación en el exterior de un inexplotado potencial del que podemos sentirnos muy orgullosos los leoneses. Lástima. Cosa a parte es que España no consiga hacerse con ninguna de las sedes europeas. Ni aquí ni en Barcelona (por duplicado). Es para hacérselo mirar.

Lo que hay que poner sobre la mesa de una vez por todas es que el polo tecnológico leonés es, sobre todo, un cúmulo de polos opuestos de intereses. Y así nada hay que poder defender. Tan cacareado como inexistente en cuanto a cohesión de esfuerzos y objetivos, la desidia institucional (la real, la boquilla aquí no pinta nada, como se ha demostrado) y un egoísmo empresarial local marcado por el ombliguismo y la falta de ambición y compromiso corroen desde el principio y desde sus entrañas una lotería que cayó en León con el entonces Inteco y hoy Incibe, y que ni ha sabido buscar ni ha encontrado los compañeros para crear el puñetero ecosistema del que tanto presumimos puertas afuera y del que tanto rezongamos en los corrillos.

El polo TIC exige menos postureo del star system local y de los que acechan agazapados detrás de la mata, al más puro estilo morugo; y más compromiso. No es un problema sólo del ecosistema tecnológico. Ahí está el comercio, asfixiado e incapaz de reaccionar desde un cada vez más necesario frente común. Ya no digo innovador y con arrojo, simplemente unido.

Si ni unos ni otros quieren, o son capaces, de apechugar con el reto, todo León nos rendimos. Si es así, al menos no mareen. Estamos de humo y pedorretas de motor que ruge fanfarrón pero no arranca hasta la mismísima mascarilla.

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