Diario de León

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Castilla y León lleva un par de meses sacando las uñas para defender uno de los productos que más beneficios aporta al sector agroalimentario, la remolacha, o mejor dicho el azúcar. La desafortunada campaña puesta en marcha por el Ministerio de Consumo para «cuidar» la salud de los españoles de las mortales consecuencias de un buen chute de dulzura está levantando ampollas en el campo y en la industria de Castilla y León. El azúcar mata es el lema con el que el departamento que dirige Alberto Garzón advierte de los riesgos de endulzar nuestras vidas más de la cuenta. Claro que si no fuera por esta «salida de pata de banco» poco o nada se hablaría de este ministerio. Encima, para añadir más leña al fuego, un informativo de TVE hablaba del vino como «la droga legal más consumida en España». Pues lo que nos faltaba, que ahora además se metan con nuestra industria enológica, ¿Qué será lo próximo?

Cierto es que cada año mueren en el mundo, como mínimo, 2,8 millones de personas a causa de la obesidad o sobrepeso. También una media de dos mil pierden la vida en accidentes de tráfico, y miles también son asesinadas por un arma blanca, como el que todos podemos tener en la cocina. Lo que quiero decir con esta reflexión es que la cosas no matan, sino el uso que hacemos de ellas. No veo entonces que ningún ministerio ponga en el punto de mira a los fabricantes de cuchillos o la industria automovilística como responsables de las muertes que provocan sus productos cada año.

Pues con el azúcar o el vino, igual. No hay que criminalizar de una forma tan gratuita a determinados productos ni disuadir de su consumo de una manera tan infantil, o también dicho de paso, recaudatoria, ya que anuncian un aumento de impuestos para estos productos.

Lo que hay que hacer es orquestar campañas que nos ayuden a hacer un consumo responsable de aquellos productos que a largo plazo, y en cantidades inadecuadas, puedan suponer un riesgo para nuestra salud, lo que se viene a llamar educar desde la responsabilidad. Porque ya solo faltaba que en esta época de sin sabores y pocas alegrías que nos deja el coronavirus nos quiten la cucharina de azúcar del café, los dulces navideños o el vino, ¡el vino, no!

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