Diario de León

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Hace tres días, muchos  napolitanos  apretaron esfínteres y no les cabía por el culo una lenteja ante una señal inquietante, mal fario,  malomalo : la sangre de san Jenaro no se licuó esta vez como invariablemente sucede cada 16 de diciembre (y en otras dos fechas del año) en abarrotada ceremonia en su catedral con el arzobispo levantando un relicario de plata con una ampolla de vidrio dentro mediollena de sangre reseca -sangre del santo- que al mostrarla a la feligresía se licua instantánea y milagrosamente para que un ¡ooooh! general se haga susurro trepidante, cuchicheo, jaculatoria o gratitud. Pero el curioso fenómeno tiene excepciones para confirmarse como regla: no se licuó en 1939 (y mira tú,  Hitler  invade Polonia y desata la II Guerra Mundial), ni en 1973 ( epidemia de cólera  en Nápoles, la diña un montón), ni en 1980 (con su  terremoto  en Irpinia, muertos tres mil). Tampoco hubo milagro en 2016, pero no vino mayor tormento, salvo  Trump  para el napolitano americano. ¿Y qué pasará esta vez?, se pregunta medio Nápoles (¿el otro medio qué hace?, ¿pasa?, ¿se escojona?)... y se dicen ¿qué desgracia ya mayor que haber perdido a Maradona, allí más papa que el de Roma?... ¿y no será castigo de san Jenaro solidario con su colega san Paolo al que, de la noche a la mañana, le apearon del nombre de su estadio para dárselo a san Maradona?... también hay quien cree que la culpa es del nuevo arzobispo que se estrenaba ese día y media curia le repudia... en fin, ¿qué traerá 2021?, ¿quizá un nuevo virus intestinal para que tengamos que llevar pañal todo el día añorando la cómoda y cachonda mascarilla?...

Consta que la sangre esa ya se licuaba en el 1389 y que en 1527 los ediles de la ciudad, ante notario y con una silla vacía para el santo, pactan con él para proteger a la ciudad, prometiendo si lo hacía levantarle la iglesia más rica del mundo. Y así fue, de modo que con tanto devoto tocho y tanto pacto, el napolitano se siente con derecho a tutear al santo y recriminarle no cumplir lo pactado... normal que hoy solo se oiga en Nápoles ¡san Jenaro, castrón!...

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