Diario de León

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La muerte tiende al círculo, pero solo el amor los traza perfectos. Arsenio Lope murió tres semanas después de que lo hiciera su mujer, Pilar Revilla. «Te amaré después de muerto», le había proclamado meses atrás públicamente él, con un verso de Ángel González. Y no mentía ni exageraba. Tuve ocasión de dar un paseo con ambos por Alcalá de Henares, donde vivían, y me conmovió la naturalidad —no exenta de humor— con la que hablaban de sus graves enfermedades. Y pese al fardo de dolor físico eran vitales y buenos. Ella tenía 66 años y él 77. Se amaban. El ayuntamiento alcalaíno ha decretado tres días de luto, con la bandera a media asta. Los dos militantes del PSOE, ella fue concejal; él, alcalde-. Aquí tuvimos la suerte de tenerle como gobernador civil. Pero además era un reconocido cervantista, territorio a través del que recuperamos el contacto. Me hizo en su tierra natal una presentación preciosa de mi Blues de Cervantes. Le volví a llamar algunas veces, aunque siempre traté de mantenerme informado de su salud a través de amigos comunes. Muchos le llamaban Curro. Recordaron como una de las etapas más felices de su vida los años en León. En Estados Unidos, Margarita Merino llora por ambos. Personas sencillas e inteligentes, comprometida con la construcción de un mundo mejor. Siempre debieron de ser así, pero la vivencia de la enfermedad compartida hubo de contribuir a que fuesen aún más ellos mismos. Y a que, a través del amor, terminasen convertidos en círculos perfectos.

También ha fallecido la excelente escritora Elena Santiago. A sus 84 años aún era joven. Su hijo Pablo propició que pudiéramos conversar un rato a solas sobre literatura, pero también acerca de todo lo que forma parte esencial de la misma y no viene en los manuales. Concentramos en media hora de conversación el tiempo perdido. No volvimos a vernos, aunque me escribió para agradecerme la columna que escribí sobre el encuentro. Vivió ajena a clanes y pagó el precio de ser libre. Con ella, también el amor cerró un círculo perfecto.

Adiós, Arsenio y Pilar. Adiós, Elena. Gracias por haber vivido. A veces, basta un paseo o con conversar un rato para crear una amistad para siempre. Ahora sois círculos eternos.

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