Diario de León

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No sé qué hacer después de que Mañueco haya dicho que nos debe un cariño a los leoneses. La pregunta que se me viene a la cabeza es si se quitará la mascarilla para mostrarnos su cercanía en modo besucón. Desengáñese, presidente. Aún somos demasiados para que aguante tanta efusividad. Se cansaría y, además, los habría que le pedirían más (besos), la covid sigue acechando y hay gente y gente, usted ya me entiende. Vamos, que no es igual besar a Ana Carlota Amigo que hacerlo con Juan Carlos Suárez Quiñones, y eso que los dos son leoneses fetén.

Un compañero de trabajo me recomienda cada día que escriba sobre lo mal que está León. Yo me resisto porque no quiero caer en el victimismo y, además, ahora que vamos a ser objeto de deseo del presidente, menos aún.

Aún así, me cuesta pensar que el amor no vaya más allá de un flechazo —no digo interesado— después de comprobar que, como poco, es poco consistente. Conste que me encantan los arrebatos de celos de Francisco Igea, pero no acabo de comprender por qué razón hay que recordarles todo el tiempo que el invierno llega y se nos ha acabado la leña. Desde el traslado del mapa para cuadrar el Cylog a la altura de Valladolid no se veía tanto despiste. Aunque a lo mejor, no. Que la administración es olvidadiza con las cosas de por aquí es un hecho tan incontestable como la rapidez que tienen en llamar cuando su amnesia se pone negro sobre blanco. Y como siempre ocurre, ha tenido que ser Diario de León —again— el que les ayude en su tarea de presentar los planes a tiempo en esto de conectar León con Europa. ¿El Corredor Atlántico? Cuando despertó, el dinosaurio seguía ahí. Es sólo que el lagarto se ha hecho viejo (son 37 años de carrerón) y ya no se molesta en disimular. Es un marido fofo que ha perdido los hábitos de higiene necesarios para compartir la misma cama. ¿Qué miedo tienen de pegar la patada a la provincia más pobre de la Comunidad? Somos como un perro contagiado por la rabia. Y ya saben como se termina con ella.

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