Editorial | Salud mental: un problema sanitario que exige concienciación y ayudas urgentes

Entre sus muchos efectos negativos, la pandemia ha acabado descubriendo nuevos nichos de salud mental a partir de personas que antes no recurrían a las asociaciones y que ahora sobrecargan de trabajo y desbordan a las entidades del tercer sector que trabajan en esta materia.

La conmemoración mañana del Día Mundial de la Salud Mental ha venido a dar visibilidad a la ingente labor del movimiento asociativo y de las delegaciones rurales y voz para apelar a la salud mental como un derecho necesario que es necesario defender. Corregir la desigualdad existente en cuanto al acceso a apoyos, o por motivos económicos, educación o lugar en el que se viva, es una tarea inaplazable para la ciudadanía en general y en particular para el poder político. La sociedad no puede permitirse el lujo de seguir viendo a su población optar por el dramatismo como solución a su sufrimiento psíquico. De la dimensión del problema da buena cuenta el hecho de que España experimente la mayor subida mundial en cuanto a preocupación por la salud mental respecto al año pasado, hasta el punto de que el 35% de la población considera que es el mayor problema sanitario, lo que supone un aumento de casi veinte puntos.

La salud mental sigue siendo socialmente un asunto tabú y supone todavía un gran estigma familiar, algo que es urgente corregir para buscar soluciones al problema. Pero eso sobre todo pasa porque los responsables públicos no retrasen o limiten cada decisión en torno a esta cuestión, especialmente las relativas a la demanda de recursos a las administraciones, ya que cada día que pasa es un día de sufrimiento y de pérdidas materiales, pero sobre todo personales.