Diario de León

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D icen de antiguo en Portugal:  De Espanha, nem bom vento nem bom casamento . Y dicen en Cataluña:  De ponient, ni bon vent ni bona gent . Vaya con el viento ese.

Para un portugués el aire de poniente, el atlántico, es  sem dúvida  el mejor, el más fecundo y húmedo que le llega perfumado de bacalao y ultramarinos, y lleva siglos diciendo que de España no puede venir nada bueno y menos aún el aire en el que siempre cabalgan la peste, la sequía y la mala noticia.

Para el catalán, sin embargo, ese viento de poniente próspero y mojadito que cualquiera en Orense venera es el peor de los peores por llegarles de España y prefiere alabar la bondad del viento contrario, el levante que le llega del Mediterráneo, esa «mujer perfumadita de brea», pero evitando citar la tramontana, su norte al bies que además vuelve loca o levantisca a la gent con la cara al vent... al vent del poble.

La paradoja es que tanto para el vecino luso y como para el iluso catalán se trata del mismo viento, el oeste al que hacen óptimo y pésimo a la vez. Pero no hay otro viento dando vueltas al planeta entretenido en remolinos caprichosos que acarrean claros, nubecillas o huracanes (ahora mismo podemos estar respirando un pedo que se tiraron en Saigón hace veinte días, nos precisa Otavito). Visto, pues... lo único que se ventila en esta rerfranería es la mala vecindad. El viento es inocente y siempre corrió limpio hasta que empezamos a perfumarlo con malos humos, muerte en suspensión... y política.

Entonces concluyó Peláez: Tiene una sola razón el portugués en lo del viento que le llega de España, seco y tórrido, agigantando sus incendios forestales, pero también le seca la mojadura atlántica a menudo perniciosa... y adora el catalán el levante porque llega del mar a limparle su cielo barriendo los humos podres de la región más industrializada de la península y empujándolos al interior de España, que confía en que el poniente que nos sopla aquí más días al año que su oriente devuelva al remitente esa atmósfera atufada... y la política que ahí cabalga.

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