Diario de León

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Meses atrás le pregunté a Toño Benavides qué dos libros le gustaría ilustrar. Se tomó unos segundos para contestarme. La Tierra Baldía y Poeta en Nueva York , dijo. Es decir, Eliot y García Lorca. Dos poemarios libres y renovadores, como es él incluso en los trabajos que envuelve en el espejismo de la facilidad. Le apunté: «Me gustaría que ilustrases el Quijote y El señor de los anillos ». Se sonrío. Leonés de Mansilla la Mayor, además de gran ilustrador es excelente poeta. Hoy Salvador Negro y este juglar de columnas dialogaremos con él sobre sus dos poemarios, Gran Sur (Reino de Cordelia) y Panorámica (Cénlit), en la biblioteca municipal de Padre Isla, a las 19 horas. Los poemas no se pueden contar… simplemente, son. Lleva ya muchos años viviendo en Madrid, pero motivos no especificados le llevaron del luminoso centro urbano a la periferia agónica. En sus versos subimos con él a los autobuses y trenes que vienen o van al extrarradio, recorremos calles vivas pisadas por muertos… A veces, mientras le leía creí estar navegando en el barco que surca el río de El Corazón de las tinieblas . ¿Cómo alguien de sonrisa tan inocente escribe versos que nos hieren como disparos de un niño soldado? La deshumanización urbana y la pobreza forman un gran estruendo, sería obsceno escribir «bonito» sobre esto. Hay que gritarlo, lanzarlo, escupirlo y exorcizarlo fuera de nosotros… Pero hasta en tierra baldía un ser humano puede dar lo que ha perdido o cree ya no tener. Y alcanzar una pequeña victoria de fraternidad. «Todavía me alumbran por la noche/ algunos pájaros de infancia», escribe en Gran Sur.

El lugar del que partiste condiciona tu percepción del lugar en el que estás. Los dos poemarios de Toño Benavides son duros como la verdad. Solos de saxofón en la ciudad de los naufragios invisibles. Grafitis escritos con sangre, blues de la clarividencia.

Y en Panorámica : «Y cada cinco minutos/ un pájaro encerrado en un teléfono móvil/ nos recuerda que somos felices». Madrid no tiene mar, pero sus náufragos necesitan regresar a su Ítaca de origen… antes de partir de nuevo. Pero sí, quizá aún podemos alcanzar una pequeña victoria de fraternidad, incluso en este mundo hoy en llamas. ¿Verdad, mi viejo amigo?

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