Diario de León

Creado:

Actualizado:

Elena Osipova es una mujer rusa de 78 años superviviente del nazismo. Esta semana fue detenida en San Petesburgo por protestar contra la guerra. Llevaba scolgados de sus manos dos carteles con la utopía de la paz. «En la hora oscura que se cierne sobre Europa, los hombres se están dirigiendo a sus mujeres para pedirles que lleven a cabo la tarea de mantener viva la civilización». Emmeline Punkhurst, la célebre sufragista británica, escribía estas palabras en la víspera de la I Guerra Mundial. Podrían ser de hoy mismo. La invasión rusa de Ucrania vuelve a ser el escenario cruel y mortal en el que la división sexual de los roles se exacerba. Las imágenes de mujeres llorando con sus criaturas en brazos y las de los hombres con fusiles en la espalda son exponentes del drama.

«Lo peor está por venir», ha dicho un lacónico Macron después de la conversación telefónica que mantuvo con Putin esta semana. España se ha sumado a la corriente de que hay que suministrar armas a Ucrania para que se ¿defienda? del ataque de su agresor, una potencia nuclear con capacidad para destruir más allá de donde nos imaginemos que pueden caer las cenizas.

«El activismo de los hombres, a lo largo de los siglos, ha inundado el mundo de regueros de sangre, y por esas hazañas de horror y destrucción les han levantado monumentos», continúa Emmeline Punkhurst en  Mi historia , editada de forma primorosa por Capitán Swing.

Y sigue la cita: «El activismo de las mujeres no ha dañado vida humana alguna, a excepción de las vidas de aquellas que lucharon en la batalla por la justicia. Solo el tiempo revelará cuál será la recompensa que recibirán las mujeres». Un siglo después los derechos humanos y la supervivencia del planeta, tocado de muerte por la emergencia climática, están en la cola. Los políticos y estrategas apuntalan un mundo bipolar con los fálicos misiles como máxima expresión del antiguo y anticuado poder del hombre.

La primera movilización del 8-M tras la pandemia estará marcada por la guerra que asola Ucrania. La vocación pacifista, ecologista, cooperativista y humanista del feminismo debe atravesar las reivindicaciones para erradicar desigualdades y la condena de las más pobres a ser carne de cañón de la explotación sexual y reproductiva, como las ucranias que son víctimas del negocio de los vientres de alquiler, las polacas que no pueden abortar o las rumanas traficadas para burdeles. La guerra contra los cuerpos de las mujeres es la más larga de la historia. Hay que pararla o resignarse a que otros paren la marcha de las mujeres hacia la igualdad. El ejemplo de Elena Osipova —me preguntó dónde estará ahora esta pequeña gran mujer— no nos debe dejar indiferentes.

tracking