Hambre a caballo
La mejor barricada contra el mal de guerras es una despensa bien retacada; y el mejor banco: un pozo, trampa o furaco en muro donde esconder lo valioso por si mañana vienen expoliando. Toda guerra nos devuelve a instintos elementales. Lo veremos ahora que se anuncian graves escaseces y unos encarecimientos brutales que sembrarán el planeta de huestes de acaparadores, comisionistas, ladrones y mercaderes de lo negro.
El escarmentado nos dice: sed previsores. Y provisores. Previendo y aprovisionando serán vuestros gerundios salvavidas (y salvapatrias, si me permitís, pues la patria sólo hace nido y late en un estómago agradecido). Y esto no significa ir al súper a comprar sin tino aceite de girasol (salvo el hermano de Ayuso) porque corrió la noticia de que la racionan ante una futura inopia en los silos ucranianos. Esta obsesión por llenar despensas o bodegas se le disculpa, sin embargo, a la gente abuela acosada en su Guerra Civil por el peor de los mordiscos después del cainismo aquel que aún nos palpita en España: el hambre... hambre canina, hambre carpanta, hambre que duele y que no aplaca un quintal de mondas de patata en pote viudo ni cien mendrugos de pan negro. A esa gente avisada le viene un ruidillo de tripas con sólo ver en la tele a tantos ucranianos apelotonados en plazas o descampados, forrados con ropa de mucho abrigo porque la intemperie es un cuchillo de hielo que cubre de escarcha sus sacos de dormir. Nuestra gente abuela sabe lo que le espera a todo el que huye atropelladamente a la caridad de otros, a un incierto puerto, a un futuro ciego y a un invierno crudo con hogueritas aquí y allá, calor volátil que no desentumecerá sus pies, ni el alma, ni el estómago ahora que su obsesión diaria será encontrar una difícil comida para los suyos que esperan bajo un puente, en el andén del metro o en el trastero de una iglesia confiando que no la bombardeen por ser también cristianos los rusos. Pero el Hambre mayúscula les vendrá de jinete en el tercer caballo del Apocalipsis, caballo negro, como el pan de guerra.