Diario de León

Desde Ucrania | Marcos Méndez

Klitschko y los símbolos

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Los hermanos Klitschko son un símbolo. Aparecen poco después de cada ataque en el lugar, siempre rodeados de un cuerpo de seguridad compuesto por hombres aun más grandes que ellos, y miden más de dos metros. Vitali Klitschko además de multicampeón de peso pesado de boxeo, tiene un doctorado y lleva siendo alcalde y gobernador de la ciudad y la región de Kiev desde 2014; antes de eso ya había pasado por el Parlamento. Buen y heterodoxo currículum.

Desde que comenzó la invasión él y el presidente Volodomir Zelenski se han convertido en símbolos de la resistencia y la determinación ucranianas. Son héroes nacionales. Probablemente el mayor error cometido por Putin en esta guerra fue precisamente subestimar esa determinación, esa garra que caracteriza a este pueblo, y que tampoco es ajena al ruso. La mayoría de las personas con las que hablo aquí me dicen lo mismo, no tienen miedo. Saben que esto es una guerra y que pueden morir, pero no se atisba nada de miedo en ellos ni en ellas. Es sorprendente, pero es así.

Muchos hombres vuelven a defender Kiev después de haber dejado a sus mujeres e hijos a salvo en otras zonas más seguras del país o en la frontera. Cuesta asimilarlo. Hablo con ellos, los miro a los ojos para intentar entrever algo de pose, y no la encuentro por ningún lado, y soy bueno en eso.

A los hermanos Klitschko, como al presidente Zelenski, los crees. No adoptan ningún papel, son reales, y por eso son héroes —por mucho que ideológicamente estén en las antípodas de lo que uno piensa— ahora. En este país no hay ideología más que defender el propio país –parecerá poca–.

Justo antes que yo, habló con el alcalde un periodista israelí, le preguntó por la mediación de Bennett. Sin pelos en la lengua le dijo que lo que esperaba de Israel era una posición más clara, sin ambigüedades. Se lo dijo mirándole a la cara, yo estaba a su lado. Cuando me llegó el turno de preguntarle hizo lo mismo, mirarme a los ojos y decir lo que sabía que tenía que decir sin un atisbo de duda. Habla un buen inglés, dice mi compañero Yaric, de broma, creo, que mejor que ucraniano.

Mis preguntas no eran comprometedoras, la postura de nuestro Gobierno está tan clara o tan poco clara como la del resto de Europa, un sí, pero por si acaso no mucho no vaya a ser. No me metí en fregados políticos y fui por la parte más humana. Que qué le diría a los españoles, que cómo está la situación humanitaria ahora mismo en la ciudad, en fin, que mojar no me mojé mucho excepto cuando le pregunté —por orden directa— que si estaba preparado para coger las armas. A los españoles, como al resto del mundo, les pide ayuda: comida, medicinas y dinero para defender su ciudad. La situación está controlada por el momento –ahí salió el político– pero puede empeorar de un día para otro, y en la última, ahí sí, aun más serio, y volviendo a ser el símbolo que es, un por supuesto.

Oksana Baulina también era un símbolo en su país, Rusia, por informar sobre la corrupción. Por eso mismo tuvo que abandonarlo. Hace unas horas murió aquí en Kiev, en un ataque doble, uno de esos que va a por los servicios de emergencia o periodistas. Un crimen de guerra. Uno más.

Oksana, va por ti.

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