Diario de León

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Una de las cosas más fascinantes diseñada por la naturaleza es la trompa del elefante, prodigioso instrumento multiusos, increíble herramienta capaz de oler el sutil aroma del miedo entre cien olores o de arrancar de cuajo un árbol talludo, de beber como una bomba de agua o servir de ducha y aspersor, de comunicarse con ella en un complejo código lingüístico o usarla de mamporro llegado el caso (de ahí viene trompazo)... trompa de precisión mecánica compuesta por 40.000 músculos cuando en todo el cuerpo humano no se juntan más de 600 haciéndonos creer que somos la órdiga y la maquinaria más compleja que permite sentirnos reyes de la creación y sheriffs del planeta. Pero el elefante lleva en este mundo unos millones de años antes de que nuestro abuelo el mono bajara del árbol y descubriera que podía caminar de pie y usar las manos libres para recolectar arándanos o partirle la crisma al vecino con pedrángano o estaca (toda evolución empieza siempre a tortas o a mordiscos).

Y con elefante al fondo, y delante, llega de la India una noticia que no lo es tanto en su inicio como increíble en su final: una mujer de 70 años fue atacada por un elefante en grupo en la aldea de Raipal, «corneándola» con los colmillos y pisoteándola hasta matarla, ataque relativamente habitual en ese país; sin embargo, el mismo elefante se presentó después en el funeral y de nuevo volvió a atacar a la muerta poniendo en fuga al velorio como si la tuviera entre ceja y ceja en un «sin perdón», lo que habla de la prodigiosa memoria de esta especie; fue todo un «voy a por ti». El animalista romo querrá ver en este suceso justicia animal reparadora, una rebelión de la fauna sometida o acosada, celebrando sin tapujos lo que tiene de justicia vengativa y fantaseando con otras rebeliones... la de las vacas de granja en evasión o huelga láctea y perdices cagando sobre escopetas, ciervos corneando a pastores, caballos coceando al de la tralla, periquitos ahorcándose en sus jaulas, leones comiendo lechuga... y por supuesto, toros con inquina que maten a cada torero.

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