Diario de León

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Leí no sé dónde hace décadas -y lamento mi abollada memoria- un sorprendente rito de paritorio que alguna gente en zonas maragatas o cabreiresas practicó hasta bien entrado el siglo XX. Desde entonces intento inútilmente obtener testimonios de la certeza o dimensión de esa costumbre y siempre que voy o cruzo esas tierras y veo una paisana añosa dispuesta al saludo hospitalario y a la cháchara, ahí pego la hebra y al cabo les cuento lo que sé del asunto, a saber: que cuando la mujer paría asistida por otras mujeres y la partera, se le permitía a la niña mocita asistir al trance para irse enseñando a la vida paridera que le asignaría el destino... y que una vez alumbrada la criaura no la lavaban con agua, sino con serrín, en seco, que el agua también trae algún mal, aceitándole el ombligo y enfajándole después a modo... y que entonces la partera le entregaba a la mocita la placenta con una orden taxativa de llevarla al huerto y enterrarla bajo un frutal, teniendo que regarla inexcusablemente durante nueve días seguidos, tiempo en el que de ningún modo debía dársele agua a la recién parida, jamás... ¡!... ¿?... y que por más salvaje o absurdo que pareciera dicho así, tenía esa regla gran sentido y razón, pues en esos nueve días lo único que debe dársele a la parturienta son caldos reconstituyentes, ponches, consomés o zumos que permitan una más pronta recuperación de la desfallecida ayudando a su vez al flujo de leche... y que lo de enterrar la placenta sin duda se trataba de un viejo atavismo céltico o ritual para que los espíritus del árbol premiaran el riego y el abono protegiendo y dando futuro a la criatura.... esto les voy contando a las ancianas de la tribu, pero ninguna me aceptó haber vivido esa costumbre o al menos oír hablar de ella, aunque en los ojos de alguna, que son lo único sincero cuando la boca calla, quise ver cierto pudor o sofoco por esconderlo como superchería primitiva que avergüenza reconocer (y aquí Sócrates sugirió salvar placentas del desecho clínico y abonar la arboleda de estos jardines por si nos alumbran algún futuro que no sea chungalí).

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