Diario de León

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David e Irene tienen varias cosas en común. Los dos han nacido en la parte de la montaña Matueca arriba (eso lo digo por la parte que me toca), ella en Coladilla y él en Serrilla. Allí siguen asentadas sus familias. Ambos tienen no sólo un extraordinario currículum académico, sino que destacan como brillantes y prometedores investigadores. Él en el prestigioso Massachusetts Institute of Technology (MIT), ella en una empresa puntera de Oslo, en cuya universidad también investiga. David es ingeniero aeronáutico y ha trabajado en los centros más destacados a nivel internacional sobre las turbinas de los aviones para mejorar su eficiencia medioambiental y económica. Irene es ingeniera química y el último avance de su equipo sobre generación de hidrógeno ha sido elogiado por la prestigiosa revista Science.

Irene Yuste Tirados y David González Cuadrado son dos de los investigadores que esta semana recibieron uno de los Premios Innova Diario de León. Tienen una cosa más en común: ambos estudiaron en la escuela de Matallana de Torío. «No creo que se den muchos casos como este», me comentaba emocionado el padre de David. Dos chicos que estudiaron en un colegio rural, en una zona que conoció tiempos económicos mejores, y que están en lo más alto de la ciencia a nivel internacional. Y lo que les queda por recorrer, porque son aún muy jóvenes.

Puede que sea una coincidencia, la conjunción de los astros o la lotería para la ribera (la lotería sería que pudieran trabajar y aportar en esta tierra, y no hubieran tenido que irse para destacar). Pero desde luego pone en valor que la educación de calidad está en cualquier lugar, y que la semilla del talento se siembra y germina allá donde se abona adecuadamente.

Puede que el colegio de Matallana, como tantos de la provincia, no tenga la tecnología más avanzada o los instrumentos más afinados para formar una orquesta de cuerda infantil. Pero está claro que entre sus maestros están algunos de los mejores jardineros de almas inquietas, capaces de inocular el virus de la curiosidad y alentar vocaciones de cuyos frutos Irene y David son sólo dos ejemplos. Desde luego los medios son importantes. Pero es el capital humano, esos maestros y maestras vocacionales y entregados, el que, como ha sido siempre, hace germinar mentes brillantes. Ese es el mérito más callado, también el éxito más rotundo.

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