Diario de León

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Lo más frustrante del proyecto de presupuestos que el Gobierno ha presentado para el próximo año en León es que en realidad no sorprende. Que no es un inesperado jarro de agua fría. Lo terrible es que el abandono se da por descontado. Lo desesperanzador, que sobre la estepa que se adivina hay mucho más de resignación que de espíritu de lucha. Lo aburrido, escuchar los mismos mensajes de reproche con la sospecha, fundada a base de experiencia, de que la cosa no va a ir más allá. Hastía sufrir reproches cruzados (aprendidos ya de memoria, tampoco sorprenden) que únicamente encierran el consabido argumentario del teatrillo político. En resumen, nada hay, nada se espera, nada se exige.

En esta última afirmación está tal vez el quid que envuelve la condena de la provincia a vivir en un eterno lunes al sol. León sale a la calle de vez en cuando a llorar su destino, pero es incapaz de parir y enviar a la lucha a emisarios competentes. Capaces de hacerse oír. Fuertes para que se les respete. Con respaldo suficiente como para conseguir botín en los despachos.

No es cuestión de generalizar, pero el clamor se vuelve unánime, incluso entre la propia clase política local. Esa que exige conseguidores en el bando de enfrente, mientras dormita al son del discurso hecho y la demagogia desde el sofá blandito en la zona de confort de la oposición. ¿Qué están haciendo los nuestros en Madrid, habrá que preguntar en breve lo propio sobre Valladolid, para que ni la lluvia millonaria de la resiliencia europea nos embauque (aunque sea temporalmente) con la ilusión del espejismo de un nuevo proyecto de futuro?

Vienen las urnas, y habrá que ajustar cuentas con unos y otros. Y preguntarse si los mismos próceres, u otros con collares idénticos, serán capaces de torcer el brazo a un discurso ya pegado a la piel. Ojo, porque la respuesta no puede caer en la irrresponsabilidad bobalicona de los populismos. Nada (bueno) ofrecen.

El caso es que a León se le anuncia desde Madrid un nuevo año de cuentas que le tendrán tendido al sol los lunes (enorme gasto social en prestaciones, cierto; nada productivo). O, quizá, vagará desorientado en un permanente domingo de niebla. Es el día del Señor, toca descansar. Y suspirar, como hacen esta semana los dirigentes locales. ¡Señor, qué he hecho yo...! Nada. Ahí está el resultado.

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