Diario de León

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Ni funcionarios ni políticos ni periodistas deben recibir regalos. Pudren la integridad y tuercen voluntades. De alguna forma son como las propinas, que denigran a quien las da y humillan a quien las recibe. Tampoco debe olvidarse que « el que regala bien vende si el que recibe lo entiende » y que los regalos siempre vienen con el precio colgado de la oreja forzando a ser correspondidos en coste o prestación. En el caso de funcionarios o autoridades el regalo huele tantísimo a soborno o a cohecho impropio, que el Código Penal se obligó a castigar a quienes reciban cualquier «dádiva o regalo que le fueren ofrecidos en consideración a su cargo o función» con penas de hasta un año de cárcel y suspensión de empleo y cargo de entre uno y tres años, aunque se establece que no serán penalizados los regalos que no superen los 150 euros, algo que se queda en papel mojado cuando lo recalcula la picaresca celtibérica y en vez de mandar al concejal, juez o diputado una caja de vegasicilias Alión, se la va mandando por botellas, si es que no se utiliza la otra vía más común de regalarlo a un familiar o sembrar obsequios en el entorno.

Jamás se abolirán los regalos interesados, son pura naturaleza humana y hoy más que nunca puro código del engrase comercial, de la corrupción política y del tuya-mía. Pero ante lo imposible de erradicarse, celebré la decisión cabal que estableció aquí en la delegación de Industria su primer delegado socialista en los 80. La MSP llevaba décadas regalando cada año a los altos funcionarios el carbón para sus usos o calefacciones (¿quién dijo que en el franquismo no había tanta corrupción?). Era intolerable, aunque empeñada la empresa en seguir en su costumbre se acordó que el carbón sería ahora para todos los funcionarios, pero pagándolo a precio de bocamina y, así, el soborno se convirtió en gentileza no vergonzante. ¿Y se erradicó el regalar? Jajá. Décadas después el dueño de esa empresa le pagaba piso en Madrid al hijo de un sindicalista cazuelo. Conclusión: hasta el mínimo regalito tiene alma de chantajista.

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