Diario de León

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Decir que la historia se repite puede ser exagerado. Sí. Pero a veces algunos políticos nos sorprenden tropezando una y otra vez en la misma piedra. Pedro Sánchez, por ejemplo, ha demostrado con tozudez su capacidad para dar un paso y el contrario. Así, es capaz de liarse a gritos buscando detener la hemorragia en la coalición por ese disparate llamado «ley Trans», cuando doce horas antes bendecía una reforma en profundidad de la norma.

«¿Qué está pasando aquí? ¡Arregladlo!», profirió con cajas destempladas el presidente ante sus colaboradores cercanos. Y es que, según cuentan las malas lenguas, a Sánchez se le ha agriado de manera acelerada el carácter. Todavía mantiene la sonrisa en público, pero puertas adentro la cosa cambia. Tanto como para que la rumorología haya dado carta de naturaleza a su excesiva afición por estrellar móviles contra el suelo.

Con ese talante, la directriz de Sánchez obligaba al tándem María Jesús Montero-Félix Bolaños a recoger velas en su intención de intervenir en el «corazón» del proyecto estrella de Irene Montero y desistir en tocar el derecho de autodeterminación de género, ni siquiera en la parte que afecta a los menores. La victoria regalada a la titular de Igualdad ha enmudecido a quienes desde la Ejecutiva Federal del PSOE admitían haber dejado llegar «demasiado lejos» a la ministra y ha representado un doloroso golpe para el feminismo histórico.

Sánchez, quizá, crea así salvar un «match ball» importante. Ya se verá. Desde luego va a dejarse pelos en la gatera. Ir de la mano de Podemos en materia tan sensible, jugando a practicar la ingeniería social, no es un paseo cómodo para el socialismo. De ahí que a nadie deba chirriar que los barones estén lanzados ya a rentabilizar al máximo sus respectivas figuras, con voz propia en las próximas elecciones y alejados de Sánchez. Evidentemente, quieren salir victoriosos de una tesitura que se antoja cuesta arriba y lo van a intentar centrándose en exclusiva en la coyuntura de sus territorios.

En La Moncloa hay quienes se lo afean, achacándoles que «se miran el ombligo». Pero son ellos, y no Ferraz, quienes recogen a través de los alcaldes las inquietudes diarias de sus vecinos. En ese contexto, Emiliano García Page, Ximo Puig o Guillermo Fernández Vara se sienten víctimas de Sánchez. Saben bien que los excesos izquierdistas les alejan de los votantes. De ahí que peleen por el perfil centrista, justamente el espacio que ha olvidado el presidente del Gobierno.

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Beaumont

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