Diario de León

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Al Gobierno y al PSOE se les hace cada vez más cuesta arriba enmascarar las prevenciones que les produce Isabel Díaz Ayuso. Mientras Pedro Sánchez aparece cada vez más cuestionado por la opinión pública, la presidenta de la Comunidad de Madrid sigue consolidándose con su estilo propio, sin disimulos y genuino. Por eso, La Moncloa y Ferraz persisten en sus ataques contra la lideresa popular, en vez de tomar nota de la sangría de votos que pronostican todos los sondeos. Han vuelto a la misma estrategia autodestructiva. Dicho sea con toda propiedad.

Si ya los socialistas se veían amenazados por el abandono del votante tradicional, los efectos de empeñarse en poner el foco en Isabel Díaz Ayuso insultando la inteligencia del ciudadano de a pie multiplican los apoyos de la baronesa del PP. Y da igual que desde Ferraz, completamente superados por los acontecimientos, saquen a golpear a la portavoz de la Ejecutiva, Pilar Alegría, la vicesecretaria general, María Jesús Montero, y el secretario de Organización, Santos Cerdán. Todos ellos en apenas media tarde de este pasado lunes. Nada de eso les servirá de nada porque sus rasgados de vestiduras son contemplados con apatía en la calle. También seguirá siendo igual de irrelevante la pretensión de usar a Díaz Ayuso como ariete contra Alberto Núñez Feijóo.

Es exactamente lo mismo porque los dirigentes del PSOE están fuera de juego. Y Sánchez, al frente de todos ellos, les arrastra al desastre. Superados por la grave crisis de credibilidad sobre sus hombros, los más altos cargos del partido y los miembros del Gobierno son incapaces de ir más allá de la reiteración de argumentarios repetidos hasta la saciedad. ¿Hasta dónde va a pasar factura al socialismo las elecciones del 28-M? Las opiniones están lejos de ser coincidentes. La Moncloa defiende que la política nacional apenas interferirá en las municipales y autonómicas, donde tiene más peso la gestión de los candidatos. Sin embargo, muchos otros en las estructuras del partido aguantan la respiración. Empieza a resultar difícil encontrar palabras que describan la situación anímica en la que se hayan los socialistas. Desanimados, sobrecogidos, escamados.

«Las expectativas, como las ilusiones, suelen tener una corta fecha de caducidad», me avisa en la distancia corta un veterano dirigente. Un estado de opinión larvado hasta ahora y que promete aflorar con inusitada fuerza tras las urnas del próximo año. Y es que, ojo, Sánchez ya está perdiendo adhesiones internas.

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