Diario de León

Alfonso García

Pérdidas y vacíos

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Suele afirmarse, a mi juicio con criterio, que el consumo crea clientes. Quizá sea esta una de las palabras que tipifican hoy nuestra condición y las relaciones establecidas en no pocos ámbitos. Espero, sin embargo, que no estén asentadas en aquella bárbara idea de Bravo Murillo, que sería suficiente para poner en cuestión cualquier recordatorio. «España —decía— no necesita hombres que sepan, sino bueyes que trabajen». Mal asunto si la condición de ciudadanos se limitase a la de consumidores o, peor aún, a la de simples productores. Aunque admitan cierta deriva, pienso en ello cuando me repican eslóganes repetidos, sobre la España vaciada que se fraguan en los despachos de la otra España ciudadana y poblada, siempre con grados y matices, naturalmente.

Los eslóganes suelen ser más llamativos, si es que lo son, que efectivos, sobre todo cuando llegan desde las administraciones públicas, obstinadas con frecuencia en tapar sus carencias o en vender sin disponer de mercancía. Leo uno al amparo económico y festivo de esta Comunidad desnortada: «Calidad de vida = Tu pueblo». No sé si se trata de una tomadura de pelo. ¿De qué calidad de vida hablan? La realidad es bien distinta. La apuesta por esa que llaman España vaciada es ficticia. Viene de largo la historia, en un proceso de deterioro de medio siglo en que las carencias se han ido acumulando con tanta intensidad, que el simple enunciado sería muy largo. Otra cosa son las causas. Y otra, las soluciones, fuera, sobre todo, de eslóganes pagados de sí mismos.

A los vacíos siguen las pérdidas, acaso una consecuencia. Residen en la cada vez más extendida tendencia a la que podríamos llamar englobar las partes en el todo, en el conjunto, en la unidad administrativa de rango superior. Quizá se entienda mejor con un ejemplo. Leo: «… el castillete del Pozo Ibarra, en La Pola de Gordón». Ningún curioso lo ha encontrado allí, sino en Ciñera. Se pierden los nombres de los pueblos bajo el genérico de municipio, además de cuanto significa de imprecisión. Como en la información meteorológica cuando se dice, por ejemplo, que «nevará en Castilla y León», cuando, en realidad los pronósticos se refieren solo a una o dos provincias. Las nieves no responden a divisiones administrativas. Parece que este concepto de provincia empieza igualmente a diluirse, engullido por no se sabe qué premisas. Lo políticamente correcto no coincide frecuentemente con lo real, lo verdadero. Otra pérdida.

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