Nostalgia
Puede ser que peque de nostálgica y eso que no soy de las que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor. Lo que es cierto es que antes las cosas se hacían de otra forma, con más cariño y, sobre todo, con la intención de que resistieran al paso del tiempo. De eso hace ya décadas, cuando no había ese afán enfermizo de acumular y se usaba más el ‘para toda la vida que ahora’, que nos suena a rancio y trasnochado y somos más de aquí te pillo y aquí te mato.
Y no me refiero sólo a las comidas que cocinaban nuestras madres y abuelas, esas que se hacían con el corazón, llevaban su tiempo y se elaboraban con la intención de alimentar a la familia lo mejor posible con lo que había. Ni tampoco a la ropa, que ahora compramos por toneladas sin mirar mucho la calidad y que atiborran nuestros armarios haciéndonos caer en una absurda parálisis por análisis cuando buscamos entre perchas a presión lo que vamos a ponernos.
Hablo también de objetos cotidianos como los juguetes, por ejemplo. Una vez más, el exceso y el ansia de inmediatez que nos invade, junto con la maldita obsolescencia programada que reina en mucho de lo que nos rodea, introdujo el plástico en nuestras vidas, dejando a un lado materiales de siempre como la madera o la hojalata. Puede que el plástico parezca más amable a la hora de jugar y tenga otras cualidades, pero no es lo mismo. Desde que renegamos de los parques con arena y agua porque los pequeños se mojan y llegan sucios a casa y apostamos por las insípidas instalaciones infantiles de caucho, el juego es menos juego.
En la trastienda del bazar que regentaba el padre del berciano Manuel Fernández reinaba la hojalata. Según ha contado a este periódico en un reportaje de Carlos Fidalgo, lo que guarda de aquel negocio familiar es un auténtico tesoro. Todo un lujo aquellos coches de carreras, lanchas o tiovivos que ahora forman parte de una preciosa colección con más de 500 piezas que harían las delicias de muchos niños y niñas. Dudo mucho que un juguete moderno de los de ahora, de puro plástico, colores estridentes y dudosa calidad, sobreviva al paso del tiempo con la presencia que tenían muchos de los de antes, de esos que recibías antaño de parte de los Reyes Magos si tenías mucha suerte y no te dejaban una naranja como regalo.