Diario de León

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La memoria es frágil, pero la subida de los precios es el enemigo número uno de las familias y en cuestión de meses nos ha empobrecido como nunca había ocurrido en las últimas décadas. El encarecimiento de la cesta de la compra seca el bolsillo de los ciudadanos, cada vez más enfadados con un Pedro Sánchez que ha terminado atrapándose a sí mismo en discursos triunfalistas idénticos a los que pesaron como una losa sobre José Luis Rodríguez Zapatero y arrasaron al PSOE en la crisis desatada en 2008.

El núcleo duro del presidente del Gobierno ya ha dado, por ejemplo, la orden interna de suavizar mensajes para no caer en lo de Nadia Calviño, que parece ser la única que ha notado en su centro comercial la bajada del IVA en los productos básicos. Incluso desde la propia bancada socialista del Congreso se escucharon risas cuando alguien tuvo la ocurrencia de afirmar que la vicepresidenta económica «llena su carro en el Banco de Alimentos». Nadie en la órbita del PSOE se ha atrevido a hacer seguidismo de la «boutade» de la ministra. Más todavía cuando la inflación de los alimentos representa otro motivo de enfrentamiento con Podemos. Unos y otros están cayendo en el populismo y no paran de dibujar un país de buenos y malos.

En su momento, Sánchez no dudó en arrebatarle su papel al socio minoritario de la coalición gravando a las energéticas y a la banca. Y ahora Unidas Podemos ha decidido convertir a los supermercados en su chivo expiatorio. «Son especuladores», según el portavoz morado. Lo volvía a hacer Ione Belarra tras reunirse Luis Planas con representantes de la cadena alimentaria. Una foto y poco más, por cierto. Según la secretaria general morada y ministra de Derechos Sociales, los supermercados «son parte del problema» y hacen caja a costa del sufrimiento de la gente. Lo cierto es que el margen de beneficios de esas grandes superficies resulta cada vez más estrecho y al menos el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación sabe que estigmatizarlos va a tener efectos contraproducentes.

La senda demagógica seguida por Sánchez le hace un serio agujero en un momento en que sus compañeros de viaje dinamitan todos y cada uno de sus pasos a base de reclamarle siempre una vuelta de tuerca más. La propia Yolanda Díaz, en privado, le cuelga a sus socios en el Gobierno la etiqueta de «timoratos». Llegados a este punto, nada parece estar escrito en esta legislatura, que marcha a golpe de sobresaltos y de giros de guión de una coalición de Gobierno cosida con alfileres.

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