Diario de León

Antonio Manilla

Ideas de imitación

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Los que no admitimos al instante la autoridad de lo tecnológico cada vez vamos siendo menos y, para colmo, nos parangonan con terraplanistas y antivacunas, que nada más son negacionistas de lo evidente. Los que nos sentimos más o menos tecnófobos, aunque solo sea en algunas parcelas, tenemos a nuestras espaldas una larga tradición que avala intelectualmente nuestra postura: desde historiadores que mantienen que la curiosidad mata al gato de las civilizaciones, pues las que más innovan son las primeras sociedades que entran en decadencia, a notabilísimos experimentos fallidos que, sin ánimo de resultar extensivos, podríamos decir que van del penekini a las gafas inteligentes, del sacotanga a la agenda electrónica. Todos unos éxitos del copón, dicho sea con todo el respeto de la ironía, la verdad. Así que si algunos tardamos una década o más en aceptar como probado el valor de los teléfonos móviles fue porque ya estábamos de vuelta o escamados de alguna de esas novedades, aunque no voy a confesar cuál. Pecadillos de juventud.

La generación que evitó los cantos de sirena del Tauritón y a la que ya le pilló algo mayores y desencantados el Kodi para piratear el pago por visión, la que a duras penas sobrevivió a los viernes codificados y dudo que lo haga al pan sin sal que será el legado del presidente Sánchez, hemos terminado cruzando al Oriente eurovisivo a la búsqueda menos de una pasión turca que de un injerto. No es carencia de fervor tecnológico, ni tan siquiera incapacidad para entender su funcionamiento, porque no es preciso ser «millennial» para sacar partido a un móvil inteligente, igual que no es necesario ser ganadero para llevar de la cuerda a un burro, aunque el jumento impresione más porque tiene dientes. Nuestra fobia es a la tontería digital, al esnobismo 5G, a las ideas de imitación.

Hay ideas de imitación, falsificaciones sin marca que a veces dan la sorpresa y funcionan durante un tiempo, como la política económica de Boyer o aquellos primeros móviles chinos que remedaban a los de Apple. Pero, con el tiempo, petan. No hace falta ser brujo para predecir que el contenedor cifrado para la basura orgánica con apertura mediante tarjeta electrónica que el ayuntamiento pretende implantar en la ciudad será un rotundo fracaso. El paso adelante que aspiran a dar los munícipes es un paso atrás: fiscalizar los detritus, multar el error, bolsas a los pies del contenedor.

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