Diario de León

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Alos numerosos motivos que tienen los ciudadanos de a pie para estar indignados con Pedro Sánchez, existe uno extraordinariamente sonrojante. Porque seis meses después de su entrada en vigor, el PSOE ha decidido hacerse el indignado con la estrategia de Podemos de presentarse como un bloque alineado con ERC y Bildu en contra de la reforma de la ley del sólo sí es sí.

El gran daño que ha hecho la norma estrella de Irene Montero con cerca de 800 rebajas de penas de agresores sexuales y la puesta en libertad de casi un centenar tiene un responsable superior a todos los demás con nombre y apellido. Se llama Pedro Sánchez que, en contra del criterio de miembros de su Gabinete, además de informes preceptivos como el del Consejo General del Poder Judicial, permitió a su ministra de Igualdad salirse con la suya.

El disparate se consumó, pero Sánchez rechaza llevar en el pecado la penitencia. Tanto es así que el núcleo duro presidencial se permite defender que «es una buena ley» y que «protege a las mujeres».

Sea como fuere, la órbita socialista del Gobierno está decidida a encapsular este pozo negro. A tal fin, pondrá sobre la mesa todos aquellos debates que le puedan convenir al presidente para desviar el foco de atención de la opinión pública, aunque la tensión en el seno de la coalición alcance el cenit el día 20 cuando la reforma quede aprobada en el Congreso de los Diputados y la semana siguiente reciba la luz verde definitiva en el Senado.

«Nuestra propuesta es la que es y debemos seguir adelante», resaltan desde el PSOE como advertencia a ese mismo PP de cuyos votos dependerán de nuevo para amortiguar el desbarajuste. Oír para creer.

Los socialistas son capaces de implicar a los populares ante la calamitosa situación, pero se niegan en redondo a hacer el más mínimo acto de contrición. Nada de abjurar de alguno de sus pasos. Es la tribulación gubernamental que nos ha tocado en suerte. Dada la facilidad de Sánchez para tratar de tapar sus desaguisados que impregnan toda la acción de su Gabinete, hay en La Moncloa quienes son capaces de presentar como una fortaleza electoral el distanciamiento de Podemos. Según repiten ministros, los morados «han confundido la cerrazón con el feminismo», en alusión directa a la ministra de Igualdad.

Por delante, ocho meses hasta las elecciones generales, tiempo suficiente para que se cumpla la famosa ley de que todo lo que es susceptible de empeorar, empeore.

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