Diario de León

Creado:

Actualizado:

Pues ya estamos otra vez en ese periodo de tiempo que se llama campaña electoral. Según la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (Loreg), la campaña electoral es el conjunto de actividades lícitas llevadas a cabo por «candidatos, partidos, federaciones, coaliciones o agrupaciones» para captar votos y que, según establece esta ley, sólo puede durar 15 días. La tradición marca como el pistoletazo de salida el trasnochado acto simbólico de pegar carteles por las paredes de las ciudades con las caras visibles y los lemas de los distintos partidos políticos, para continuar con una agotadora gira para los pacientes votantes que soportan los esfuerzos de campechanería de los candidatos y candidatas que se afanan en convencer de lo que saben que no van a cumplir.

Las esperadas y masivas asistencias a los mítines de las campañas electorales del inicio de la democracia española, con una ciudadanía ávida de libertad para poder elegir, se han convertido en una pesadez supina no por desinterés en el proceso electoral sino por el descreimiento en los mensajes. No hay nada que provoque más vergüenza ajena e indignación que escuchar a alguien decir lo que sabes que no es verdad, lo que tienes la certeza de que no es posible que pueda llevar a cabo porque no es de su competencia, lo que vende como propio arrebatando y desvalorizando el esfuerzo de otras personas, los insultos, los desprecios y, sobre todo, la lista interminable de promesas repetidas cada cuatro años y que siguen pendientes en un cajón.

Las campañas electorales tuvieron un gran efecto motivador al inicio de la democracia. Todo estaba por hacer y por descubrir. Los candidatos eran caras nuevas o no tan nuevas, pero que se estrenaban en un terreno político hasta entonces desconocido para una población que supo gestionar con madurez un momento histórico delicado de una España que despertaba a la modernidad, con escasa cultura democrática y pocos medios tecnológicos. Ahora tenemos a los candidatos todos los días del año en campaña con mensajes replicados y amplificados por todo el planeta por activa, pasiva y perifrástica. Las plazas de los pueblos y los estadios como escenarios —por lo que de montaje teatral tiene todo este periodo—son un reducto al que sólo acuden correligionarios. Nadie cambia su voto porque escuche a un candidato en un mitin. El voto se gana con la gestión diaria, con los resultados reales de las decisiones políticas que están al alcance de los alcaldes y concejales. Incluso con los errores. También se pueden valorar como positivos los errores cometidos según haya sido la gestión de los mismos. No confíe en quien tiene una larga lista de promesas porque es el catálogo de incumplimientos. Los hay que hasta prometen la Luna, nada menos.

tracking