Diario de León

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La raza de un perro la conformó su función. Se ve en las 354 reconocidas oficialmente sin contar los mil-leches, multitud inacabable. Así, el perdiguero lo fue porque cazaba perdices, el chihuahua indio porque alertaba y comía poco, el lebrel porque corría cazando a diente, el salchicha porque podía entrar en la hura del tejón, el mastín porque podía vigilar o matar lobos... y el carea porque ponía en cara al rebaño careándolo, arreándolo, agrupándolo o mordiendo en los cadriles a las ovejas que se iban al sembrao y a las modorras tolilis. Pero ahora que ya está reconocido el  carea leonés , no quedan apenas rebaños para confirmarle y afinarle sus señas y cualidades, quedándose en condición de perro de compañía, lo que tampoco es menor si con ello se logra preservar lo que en él han ido tallando siglos y siglos de pastoreos y trashumancias. La lealtad y listura de esta raza no desmerece ante la fama de pastores belgas, alemanes, australianos, border collies, checos, gos d’atura, baucerones, ingleses, bohemios, corgis, caucásiscos, islandeses, bergamascos... hasta 60 razas pastoras reconoce la federación internacional (la Canina Española señala cuatro aquí: pastor garafiano, pastor vasco, pastor leonés/carea y el perro majorero).

Estas consideraciones le vinieron a Otavito al saber que hace unos días se celebró el sexto concilio de careas leoneses en Cerezales del Condado y que esta raza ya pita, seduce y va conquistando consideración. Espabilao como el que más este carea. Y de cuerpo menudo, más curiosín que un cacharrín con asas. Y de paso me recordó la ocurrente idea que tuve hace más de veinte años de subir en cordada al Naranjo de Bulnes sin tener mayor idea porque tirarían de mí dos celebridades de peñas arriba: el ya valdeonés Dorín y el cántabro Miguel. Mi único objetivo era llevar un pequeño carea leonés en una mochila a la espalda para poder reivindicar su raza y dejarle allí pisar cumbre, lo que me permitiría exclamar: Mieu tengu de q’esti sea l’únicu perru’el mundu q’a pisau y pisará’l techu l’Urriellu... ¡¡y que  vaya por ti, Caineju !!...

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