Diario de León

Antonio Manilla

Prófugos del XXI

Creado:

Actualizado:

La dura vida del prófugo de la justicia ya no es como en los tiempos del Lute: huida y desvivir permanente evitando el contacto con la gente y hasta hablar consigo mismo, por si alguien se iba de la lengua. Los prófugos de ahora son prófugos del siglo veintiuno: bien vestidos, alojados en hoteles extranjeros o embajadas, activos en las redes, convocando ruedas de prensa y hasta poniendo sus condiciones para pactar. Su único penar, que para sí lo quisieran muchos, sobre todo los que están pensando en salir cualquier día de estos a comprar tabaco aunque nunca fumaron, es no poder vivir en casa. Ah el hogar y sus amables rincones a los que siempre volver, el placer burgués de las costumbres, las retribuciones de los hábitos lentamente adquiridos para siempre jamás. Lo que echan de menos esos pobres evadidos su vida anterior al delito no se lo deseamos ni a nuestro peor enemigo. Soy incapaz de ponerme en su lugar. Ese dolor no me atrevo ni a imaginármelo.

Hay gente que tiene suerte. A la que le toca la lotería tres veces en un año, por ejemplo. O uno de esos —cada vez hay más en España, sobre todo por la parte de Cataluña— a los que llama un juez a declarar como imputado y la declaración le sale a devolver. Nacidos con estrella, aunque no sea republicana, en vez de con una hogaza bajo el brazo. Porque, puesto en el trance de convertirse en fugitivo, convendrán conmigo que no es lo mismo que a uno le retiren el pasaporte que el dni, ya que, tal como está dispuesto nuestro mundo, hay muchísimos más lugares que están lejos que cerca. Con el dni nada más puedes huir, qué se yo, a un sitio como Bruselas, lleno de políticos europeos y de coles, pero con el pasaporte puedes refugiarte hasta en islas que ni siquiera están bautizadas, allá por el África de Madagascar o los más de mil islotes de los remotos atolones de las Maldivas. Es un suponer, pero con casuística, porque muchos asesinos etarras buscaron asilo en países tropicales. Que tampoco dice uno que sea el paraíso un sitio rodeado de agua y con obsesivas carreteras circulares, aunque la arena de sus playas sea más fina que la piel de un niño y sobre ellas luzca un sol eterno de otoño que ni pica ni se queda corto. Facilidades no más.

tracking