Diario de León

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Nos advierten que la semana que viene en León vamos a pasar mucho frío. Gracias por el aviso, pero a mí ya el castañeo de dientes solo me lo produce la maldad humana. Entendámonos: no me escalofría usted, tampoco mi mujer o nuestro hijo, ni los amigos o los valores en los que fui educado; ni siquiera mis propios miedos me escalofrían, pues sé cómo protegerme de ellos…. Pero si echo un vistazo a los titulares de los periódicos percibo que hay corazones de hielo moviendo los hilos del mundo, y que las grandes llamas que provocan no son suficientes para aliviar el temblor de las víctimas. Un querido amigo me confiesa desde sus 91 años que el llanto de horror de los niños en Gaza le recuerda cuando él mismo sufrió en nuestra guerra civil un bombardeo, que le obligó a permanecer largo rato tumbado en la calle, de la mano de su madre. Qué doloroso para los más mayores ver que el peor de los fríos, el de la brutalidad humana, no se haya extinguido, ni quizá se extinga jamás. Qué triste para todos nosotros no poder ofrecerles una conclusión esperanzadora del mundo al que dieron lo mejor de sí mismos. No hay fríos lejanos, si percibes a los otros como prójimo. Y desde mi pequeña ciudad en paz me aferro al consejo que Alfonso X el sabio legó a todos: «Quemad viejos leños, bebed viejos vinos, leed viejos libros, tened viejos amigos». Me encantará si esta columna le ayuda, lector, a encender su chimenea. Y si necesita más, aún me quedan.

¿Llega una semana de muy bajas temperaturas? Pensemos en quienes no tienen cómo combatirlas en la calle o en sus casas. Para muchas personas la vida es un batallar diario contra toda clase de fríos extremos. Corazones de hielo allá lejos, o no tan lejos. Noviembre casi ha pasado y pronto llegará la noche sagrada, con sus luces de Verdad

Despido en la puerta de casa a Marta, quien se dirige a su clase de tai chi. Le digo. “adiós, encuentra tu tao… y - ya de paso- el mío”. Añado: “Si en la calle te encuentras otro tao, que deambula perdido, te lo traes también”. Quizá, al buen rey sabio se le olvidó incluir que nos protegiéramos unos a otros al calor de las viejas bromas que siempre suenan nuevas. A partir de cierta edad, el frío más temible es no amar.

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