Diario de León

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Soy un socio de la Cultu. Y digo bien, socio de la Cultu. El término legal ‘abonado’ no entra en mi credo. Creo que la mayoría de aficionados con carnet piensan como yo. No importa la antigüedad, ni importa el DNI.

En mi cartera el primer documento que se ve es el carnet de la Cultu. Es mi tarjeta de presentación. Solo los que tengan este principio lo entenderán, pero de unos años hacia aquí no me siento un bicho raro. Escuché a un aficionado con caché, un pata negra que dirían los puristas, en una charla de aficionados que hace años los culturalistas éramos una especie de secta, al punto de saludarnos con pudor cuando nos veíamos por la calle Ancha, Ordoño II o arterias principales de nuestra ciudad.

Con alegría y euforia puedo decir que esto ha cambiado. Un partido en noviembre de León, con tiempo acorde a la fecha y en temporadas precedentes era sinónimo de 2.000 espectadores y ambiente gélido, siendo optimistas. Pero Raúl Llona y sus chicos han conseguido en muy poco tiempo revertir esta situación y llenar prácticamente el Reino de León, como quedó demostrado este domingo en el estadio leonés con un ambientazo de lujo con el filial del FC Barcelona como rival que nos recordó los más recientes grandes momentos del culturalismo con el ascenso a Segunda División.

No dudo que la asistencia al coliseo culturalista vaya en crecimiento constante según transcurran los partidos de Liga. Mérito incuestionable y pasión cuasi desbordada. No se a dónde llegaremos. El destino pocas veces sonríe a la Cultu, pero ver cientos de niños con un León Rampante de escudo en la camiseta ya me emociona. Estos últimos partidos recuerdan cosas tan bonitas, que no puedo ni quiero dejar de ilusionarme. Esos niños que acompañaban en el ‘corteo’ desde la Pulcra Leonina hasta el Reino de León me transmiten la misma emoción que ver a Rodri celebrar las victorias en el fondo al final de los partidos.

Disfrutemos, somos socios de la Cultu.

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