Diario de León

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Mi columna navideña siempre ha sido la más próxima a la Nochebuena, pero este año, a primeros de noviembre el corazón empezó a pedirme ya el registro propio de estas fechas. Para ser precisos: el cosquilleo empezó en octubre, puede que en marzo. Del mismo modo que ahora siento más frío en los pies, también soy más susceptible al calor de los afectos. En mi interior, llevo meses con las luces de Navidad ya encendidas. No vivo en festivo, ni siquiera esto que les cuento tiene que ver con nostalgia alguna, salvo de la presencia de mis padres; simplemente, o no tan simplemente, es algo que está ocurriendo dentro de mí, un anhelo de regresar a lo inamovible, frente a lo efímero. De repente, comprendes y te comprendes. Por ejemplo, el otro día me vino a la memoria algo sobre lo que hace muchos años no pensaba: una vez perdí en estas fechas sagradas mi empleo. Pese a ello, no las recuerdo como unas navidades amargas, aunque sí que el móvil no sonó tanto como el año anterior. No importa, el amor y la amistad permanecieron allí donde siempre había estado. Quizá, fueron unas fiestas algo más dickensianas o como de película de Capra, pero la tristeza no hubo de ser el sentimiento predominante, pues lo recordaría. Pero esto ocurrió ya hace mucho. Hoy en Ucrania y en Gaza suenan las lágrimas. Hoy, el mundo sigue siendo un lugar inhóspito para la mayoría de los niños. Hoy en España a alguien no lo cuadran las cuentas. Y, sin embargo, si extendemos los dedos todos podemos tocar el amor en algunas de sus múltiples formas, y convertirlo en nuestra pequeña gran victoria. Como escribió Toño Morala: “Uno, en su metáfora de vida, es incapaz de entender el mal”. Mar, su compañera, enciende cada día las luces del recuerdo imborrable.

Tengo ya mis entradas para el concierto “Big Band Christmas”, del gran crooner leonés Dr. Bogarde, el 27 de diciembre, en el Recreo. También él con su música hace que este sea un mundo mejor.

Y dentro de un rato iré a reírme con dos muy queridos amigos, Javier Tascón y Ángel Santiago Ramos, de la redacción de Lucas de Tuy. Eso fue también hace mucho, pero permanece. Y nuestras risas serán un villancico de carne y hueso. Ah, el regalo del afecto. Nuestra pequeña gran victoria.

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