Diario de León
Caballo Blanco. DAVID CAMPOS, 2023.

Caballo Blanco. DAVID CAMPOS, 2023.

Creado:

Actualizado:

Ni siquiera lo recuerdo, mi madre me lo contó. Yo era tan pequeño que todavía no conocía el telón que separa la realidad de la bambalina de los sueños. Así que, cuando me levanté aquella mañana gritando que junto a mí, allí al pie de la cama, había estado paseándose un caballo, a mi madre le costó hacerme entender que aquello no había sido otra cosa que una travesura de Morfeo.

Siempre que me cuentan esta historia no puedo dejar de pensar en cuál sería mi decepción de entonces, siendo tan niño, al darme cuenta de cómo se había escapado aquel caballo soñado de la punta de mis dedos. Tampoco puedo dejar de imaginar qué habría discurrido por mi mente aquella noche mientras me abrazaba a la almohada. Quizás hubiese cabalgado por la Vía Láctea, quién sabe, camino de la fura de la raposa y los raposines. O habría visitado al Rubio, el percherón de greñas doradas que vivía en Carrizo, en la casa de mi abuela.

Durante mucho tiempo yo había visto en aquella casa un trofeo sobre una estantería. Un día le pregunté a mi abuela de dónde había salido aquella copa.

–La ganó el Rubio, en un concurso de belleza –me contestó orgullosa.

Los caballos, y más en estas tierras del noroeste, siempre fueron un lujo. El arado y el carro caían pesadamente sobre lomos de bueyes y vacas. El caballo es un animal tan delicado que mira dos veces donde pisa, y se cuida mucho de ensuciar la comida y el sitio de donde tiene que beber. «Si andas por el campo y necesitas agua, mira antes de dónde beben los caballos», me dijeron alguna vez. Tener un caballo era signo de prestigio.

Me cuentan que los fueros medievales de la Extremadura leonesa hablaban mucho de estos animales. Tener uno daba a su propietario el estatus privilegiado de caballero y le obligaba a formar parte de las fuerzas de choque del concejo al que pertenecían. Y, cuando escucho esto, no puedo dejar de acordarme del rapidísimo Pelayuelo, quizás el más conocido de los caballos de la historia leonesa. A sus lomos murió un joven Bermudo III cuando, picando espuelas, se desmarcó de sus huestes por la campa de la batalla de Tamarón dando sin remedio con su cuerpo contra las lanzas enemigas.

No extraña que un animal así, tan valioso y elegante, sea el preferido de muchos niños y materia de sus sueños. Hay una famosa nana tradicional norteamericana, All the pretty little horses, que, para dormir a los bebés les cuenta que, cuando despierten, podrán tener todos esos caballitos que desfilan por sus sueños vestidos de todos los colores. Una promesa para dormirlos, por supuesto. Pues cuando despierten aprenderán sin remedio que, como decía el poeta, los sueños tan solo sueños son.

tracking