Diario de León

El Mirador.   Marta San Miguel

Sólo es un dibujo

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L a portada del libro de la discordia tiene el rostro nacarado de una cría que podría pasar por mujer, pero no está claro. Tiene esa belleza indefinida de lo ambivalente, es sugerente y cautivadora y a la vez irreal. Lo que sí se sabe es que el bellísimo personaje que ocupa toda la tapa es Juana de Arco, la protagonista de la novela que ha publicado Katherine J. Chen en la editorial Destino y que ha provocado que varias librerías españolas se nieguen a venderlo. ¿La razón? La denuncia de un ilustrador de que esa portada está creada con Inteligencia Artificial (IA) al señalar ocho errores que evidencian que detrás del trazo no hay una mano humana sino la tecnología que la ha sustituido.

En un enésimo intento por defender lo insustituible de nuestra especie, esa capacidad para el pensamiento abstracto, la creación y el mero gusto por generar belleza que nos sacó de las cavernas, la evolución se enfrenta de nuevo a la ética. Sabemos qué pensaban los obreros que vieron desaparecer sus puestos de trabajo frente a las máquinas en la revolución industrial, conocemos sus consecuencias, ¿pero acaso nos asomamos al mismo debate o se trata de algo distinto? La polémica de la portada del libro podría pasar por una anécdota más si no fuera porque, en el fondo, es un síntoma de nuestro tiempo; lo que nos estamos jugando no es solo la sustitución de la mano de obra sino la sustitución de lo humano que hay en nosotros. La IA es una tecnología que imita la inteligencia humana, y por tanto, bien usada, la potencia y multiplica su capacidad de alcance. Aplicada a la medicina, la industria, la educación o la alimentación, sus bondades pueden llegar a ser incuestionables, de hecho, ya se han desarrollado aplicaciones que podrían detectar tumores de mama en su fase más tempranas. Hay luz, mucha luz en el conocimiento que hemos acumulado en la red y sus posibles usos, pero como en todo gran salto tecnológico hay también una sombra que puede engullir todo lo bueno: nuestra capacidad de creación, la chispa que iluminó nuestra evolución como especie. Hemos visto cómo ChatGPT puede reproducir textos y hacerlos pasar por válidos, puede reproducir voces, hacer guiones, pero ¿será capaz de vincular mis certezas con la actualidad para crear un texto que nos haga pensar sobre la opinión que tenemos cada uno en este embrollo? El problema no es que una máquina lo haga, si no en qué sociedad nos convertimos si lo que nos hace únicos se vuelve prescindible, sustituible, intercambiable. La evolución humana se sostiene sobre clavos que quitan otros clavos, pero estaría bien apuntalar los pilares que nos resguardan.

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