Diario de León

El Mirador Juan Bas

El aire del globo

Creado:

Actualizado:

E n uno de mis últimos artículos me referí al final de la película Confidencias , de Visconti, cuando el viejo profesor, Burt Lancaster, oye los pasos de la muerte en el piso de arriba. En la secuencia anterior, vienen a despedirse del profesor enfermo, porque al fin se van, la marquesa Bianca Brumonti, que es Silvana Mangano, y su hija. La marquesa le cuenta que Konrad (Helmut Berger), su amante y mantenido, se ha suicidado. Ha sido su manera de vengarse de nosotros, dice, haciéndonos daño. Pero no debió de calibrar que también el dolor es perecedero.

¿Cuánto dura el dolor por la pérdida de una persona muy allegada? Sin incluir la de un hijo o una hija, en la que la honda laceración supongo que será vitalicia (quede en la suposición). Cuando murió nuestro querido amigo Fernando Marías (el 5 de febrero hará dos años), intercambié algunos mensajes con Cristina Macía, vieja amiga que es codirectora del Festival Celisus y traductora de George R. R. Martin. Me transmitió algo que había leído cuando falleció derrotado por un cáncer su primer marido, el escritor cubano Justo Vasco. Me pareció una ingeniosa metáfora explicativa de la duración del dolor, con mecánica como de trabajos manuales de un colegial.

Decía que ese dolor por la reciente muerte de la persona querida sería parecido a un globo hinchado dentro de una caja, y dentro de esa caja hay también un interruptor que hace sonar un timbre. Al principio, el globo está hinchado del todo, ocupa la totalidad de la caja y presiona el interruptor constantemente. Luego, con el tiempo, el globo va perdiendo aire. Roza el interruptor a menudo, pero ya no es todo el rato. Y así sigue el proceso de deshinchado del globo, y por tanto de su disminución de volumen, hasta que el timbre deja de sonar.

Esto sucede con el dolor digamos propio, el que nos afecta personalmente. La percepción y el impacto que nos causa el dolor ajeno, el de los demás, cuando es colectivo depende de la permanencia o no de la atención que le dispensen los medios de comunicación. También de la jerarquía que marca la actualidad: dos calamidades pueden coincidir en el tiempo, pero la más reciente desplazará a la anterior. Y aunque la importancia de la noticia haga que su eco se prolongue, la opinión pública se acostumbra a lo que sigue sucediendo, por espantoso que sea. La guerra de Ucrania había entrado en un ‘impasse’ estático que cada vez ocupaba menos noticia, pero la masacre de Gaza la relegó casi al olvido. Y ahora, aunque continúa con la misma virulencia y no disminuye el número de niños asesinados, ya nos hemos anestesiado ante el horror en Gaza.

tracking