Diario de León
Publicado por
CORNADA DE LOBO GARCÍA TRAPIELLO

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No puede tomarse más que como síntoma aislado e insólito, pero síntoma es. Un descerebrado joven de Burgos mató en la madrugada de ayer de un puñetazo brutal a otro joven sólo por ser vallisoletano mientras celebraba una despedida de soltero en la burgalesa plaza de La Flora. ¡Por pucelano, cabrón!, parecía gritar ese puño homicida. ¿Algun otra razón? Por pucelano le bastó.

Escribo esto antes de concluir las diligencias judiciales que esclarezcan los hechos, pero la subdelegacion del Gobierno ya indicaba ayer que «la condición de vecino de Valladolid de la víctima pudo ser el desencadenante». Seguramente el gritón criminal iba pedo a esas horas, pero poco o nada atenuante parece; al contrario, el alcohol es gasolina agravante cuando arranca el motor del odio, pues sólo el odio luce ahí como causa. Mucho odio cavernícola. Racismo vecinal de matón bocas y abanderado sin duda del honor y orgullo de la Caput Castellae que acabó orillada en su pretensión históricamente legítima de constituirse en la capital de la comunidad autónoma cuando esta se inventó, Cabeza de Castilla condenada también a segundona (como los infanzones) a la hora de desarrollar rango, industria y economía. Así que odiar a Valladolid es precepto de seña identitaria, especialmente entre gente joven y vocinglera que entrena su beligerancia en la impunidad de la grada o la algarada deportiva, que es donde el síntoma aludido mejor se fabrica a fuego y furia, algo de lo que aquí, en León, también sabemos por habituados ya a soltar un ¡puaj! de asco y distancia cada vez que trae el aire la palabra Valladolid, y en ella, lo vallisoletano... ¡y a los vallisoletanos!, convertidos por ello en objeto de odio cerril. ¿Odio contra el pueblo llano por las culpas que sin duda puedan tener las instituciones que ahí radican?... No tiene ningún sentido esto; y menos aún quien lo convierte en agresión contra un anónimo por lucir en su camiseta el odioso escudo de la ciudad opresora, ladrona y colonizadora, adjetivos con los que también aquí podemos absolver la tirria cretina.

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