Diario de León

Aquí y ahora Juan Francisco Ferré

Los hombres del presidente

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A l final era esto. Al final y al principio. Esto y nada más que esto, sin principios, sin fin. Apoderarse del dinero público, hacerse con el poder para forrarse a costa de las arcas públicas aprovechando la pandemia.

Menuda banda. A su lado los Soprano, cuyo estilo grosero imitan sin complejos, son unos aprendices de golfo. Todos los hombres del presidente, parásitos acogidos a las consignas de la izquierda para conseguir sus metas, y todas sus mujeres, sí, ellas también, qué vergüenza.

Imaginen la escena por un momento. El gran Koldo al volante, pilotando el coche con el que Sánchez, sentado en el asiento del copiloto, emprende la vuelta a España destinada a conquistar el voto reacio de la militancia, con Ábalos, como socio preferente, sentado en el asiento trasero, nervioso por los riesgos indudables del negocio. El fracaso podía ser histórico, el éxito galáctico. Así empieza la historia novelada del mayor asalto al poder de la historia de cualquier democracia moderna con una finalidad lucrativa. Un atraco político tan bien montado que sus artífices todavía hoy se permiten el lujo de escenificar la impostura de su inocencia en los platós de televisión. Ironía cruel.

El Gobierno más feminista de la historia, otra patraña, tenía puteros y matones de puticlub instalados en el cogollo de sus ministerios y en la cúpula del partido. Qué podredumbre progre. Gañanes sin escrúpulos al servicio del chiringuito farandulero del sanchismo.

El problema agravado para los hombres y mujeres del presidente es que se les multiplican las conexiones dudosas y las redes del descrédito. Nadie en Europa entiende los niveles de envilecimiento de la picaresca española cuando toca poder. Antes los pícaros eran pillos simpáticos que vivían de las sobras del banquete de los amos. Los pícaros de ahora tampoco necesitan estudios para lo que se proponen, pero legitiman sus mafiosos chanchullos con la ideología de un partido cuyas siglas son un trampantojo para bobos.

Cuanto más vacío se queda un ideal político, mucho más poderosa es la tentación del lucro, la corrupción y el vicio. Sóbala, Ábalos.

Todo está de nuevo bajo sospecha y la casta política otra vez en entredicho. Qué más hace falta para que el gobierno dimita en pleno y nos ahorre el espectáculo soez de su caída a cámara lenta.

Ya está bien. En estos casos, como Kafka, solo creo en la presunción de culpabilidad. Que caigan todos, esta vez de verdad. Todos a la cárcel, sin amnistía posible. Y viva Berlanga.

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