Diario de León

Al trasluz
 Eduardo aguirre

¿Reír salva?

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Quedé con un viejo amigo para arreglar un poco el mundo. «¿Quedaron en la ONU, tal vez en Bruselas…?», me preguntará ese lector sarcástico que todos los columnistas de provincias tenemos. No, en Patatas Blas. Cualquier lugar sirve si la intención es buena, mi amigo siempre ha tirado para sabio, pues ahora aún más ya de jubilado. Tumbado sobre una alfombra de clavos parecería un faquir. Llegados al principal punto del orden del día -los vientos de guerra que soplan amenazantes- me dijo: «De esto mejor no hablar, que si hablas mucho de algo termina ocurriendo». Intrigado le pregunté: «¿Entonces… si repito muchas veces que me llame Miguel de Cervantes me terminará llamando?». Mi amigo lleva años haciendo meditación en su casa y me contestó impertérrito: «¿Cómo va a llamarte si no tiene móvil?». Touché. Por si caso, insistí: «¿Y por correo electrónico?». Nada. Ah, la tecnología. Y pasamos al siguiente punto del orden del día, más fácil de solucionar: el cambio climático. Ya en casa, me acordé del aserto de mi amigo, de que ocurre aquello que damos por inevitable, y empecé a repetir tal mantra: «Va a llamarme Jennifer López, va a llamarme Jennifer López…». Tampoco. Será que no funciona con llamadas internacionales. Sin embargo, la esencia espiritual del planteamiento sí es cierta. Pero, a veces, ay, si callas será peor. En fin, habrá que convocar otra reunión.

Y en cuanto a la palabra escrita, pongamos que en una columna…. ¿lo que escribes solo plasma la actualidad o además contribuyes a crearla? Por ello es tan importante la decisión del registro desde el que abordarás un tema, pues casi siempre admite varios, aunque solo uno es el mejor. ¿Irónico? ¿Serio? ¿Mezcla? ¿A lo que salga? El corazón rara vez se equivoca.

También lo que decimos y escribimos crea la realidad, pero nunca estará terminada y —todo— podemos ayudar a cambiarla. Si crees que el amor es invencible lo será, al menos el que tú sientes; y muy posiblemente, por impregnación, el que recibes. Mientras escribo, oigo reírse a Marta en el salón, está viendo La venganza de don Mendo. Apunto en una nota un tema para la próxima reunión con mi amigo, en los ruegos y preguntas: «¿Reír salva?». A ver qué me dice el sabio.

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