Diario de León

Panorama
Juan Carlos Viloria

Efectos especiales

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En las elecciones vascas Bildu, al final, se ha quedado en la orilla. Su candidato, cuidadosamente seleccionado con sus gafas de pega, su pasado intelectual y su estilo de bibliotecario de El nombre de la rosa, experimentó en sus propias carnes el efecto de los nuevos artefactos que ofrece la democracia. Me refiero, por un lado, al proceso de blanqueamiento y, por otro, al de los ‘efectos especiales’. Ambos han condicionado el resultado final. La coalición de Otegi había recibido los favores del PSOE y de la izquierda populista en un blanqueamiento espectacular de su pasado. El momento culminante fue cuando Óscar Puente, un ministro del Gobierno, afirmó para justificar la expulsión de UPN del Ayuntamiento de Pamplona y la entrega de los socialistas al candidato de Bildu: «No tengo ningún problema con que un partido progresista democrático de España se haga con una alcaldía de provincia. Otra alcaldía más progresista y una menos de derechas». En esas condiciones Bildu llegó a las elecciones con todas las encuestas apuntando a ganar al PNV y dejar a Sánchez y al PSE en una tesitura muy comprometida. Bajarían los votos del PSE, subirían los de Bildu, el PNV se quedaría en la oposición, Bildu apretaría las tuercas. En fin. Demasiado blanqueamiento. Había que contrarrestar. Casualmente, en la última semana de campaña, en una entrevista radiofónica a Otxandiano, surge el tema más complicado para Bildu: ETA. Otxandiano había relajado las defensas. Ahí le esperaba el contrablanqueamiento. Lo que podríamos llamar los ‘efectos especiales’ que le pueden rompen o impulsar a un candidato su guion de campaña. ¿Sabía el PSOE por sus encuestas que Bildu le estaba dando un bocado a su electorado y colocando a Sánchez en el disparadero? ¿Casualidad? El caso es que el discurso de Bildu balbuceó y el candidato del PSE pudo sacar pecho y hacer creíble su promesa de no apoyar a la izquierda abertzale en su asalto al poder en Euskadi. ‘Niquelao’. Los ‘efectos especiales’ funcionaron también en otros candidatos, pero especialmente en el del PNV. Pradales transitaba por la campaña como alma en pena. Sin fuerza, sin carácter. A la defensiva. Casualmente, el mismo día del debate más importante de la campaña en la televisión vasca, se produjeron los ‘efectos especiales’. Un descerebrado le agredió con un spray de gas pimienta. Pradales sacó su lado combativo, pasó de la defensa al ataque y el candidato desconocido, de pronto, se hizo popular. Otra coincidencia, aunque el futuro lehendakari, fue la víctima. En la actual democracia de opinión pública, los ‘efectos especiales’ son moneda corriente.

Bildu se quedó en la orilla la noche electoral, frenado en el último minuto de la campaña
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