Diario de León

TRIBUNA

Casimiro Bodelón Sánchez psicólogo clínico

Lo cortés no quita lo valiente

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Este dicho español quiere dejar claro que dos opiniones o dos realidades, aunque no sean iguales y, a veces, aunque parezcan casi opuestas, pueden ser perfectamente compatibles y en modo alguno, excluyentes. Francisco Muro de Íscar, el último domingo de abril, ponía sobre el tapete en este periódico el reiterado problema de los abusos sexuales a menores y llamaba a capítulo tanto al Gobierno, por su hipocresía, como a la CEE/Confer, por sus pasitos adelante, pasitos hacia atrás. Las dos instituciones, Gobierno e Iglesia, tienen claro conocimiento, desde hace muchos años (¡no nos mientan!), de la existencia y gravedad de este delito; pero ambas entidades han hecho y siguen manteniendo una postura ambigua, irresponsable y terca, acusándose mutuamente, con el fin de que la pelota caiga en campo contrario.

Cualquier profesional, del fuero civil o del religioso, que entienda algo sobre el gravísimo problema de la pederastia y del abuso de poder, y éste con derivas abusivas en campo sexual, sabe que el porcentaje más alto de violaciones se producen a diario en el fuero civil: familia, escuelas, guarderías, clubes deportivos, campamentos estivales, internados, residencias, oficinas, despachos, etc, etc. Voy a intentar, como profesional, ser cortés y educado y no usaré el lenguaje coprolálico que me tienta mientras tecleo estas líneas, pero no me voy a callar o hacerme el mudo sobre algo que conozco muy de cerca y me duele hasta sangrar.

Como muy bien expresa Muro de Íscar, cuando estos graves delitos se producen en el seno de una institución como la Iglesia Católica, «los abusos son un terremoto que merece publicidad y reparación» y, sin duda, la Iglesia tiene mucho que rectificar y que mejorar en su modo y manera de gestionar esta materia de máxima gravedad, si no quiere seguir perdiendo autoridad y prestigio como lugar de refugio seguro. La comunidad de creyentes va a ser cada vez más exigente; se van a levantar alfombras y felpudos, si en CEE/Confer siguen jugando a la puta y la Ramoneta. Hay demasiada porquería oculta bajo los felpudos, que pocos se atreven a levantar.

Por su parte, este Gobierno, lleno de comodines, subterfugios y mentirosos que cambian de opinión, tiene bajo su responsabilidad miles de violaciones y abusos de poder, pero sigue mirando escandalizado la paja en ojo ajeno y oculta la viga del suyo, como si el alivio de esta tragedia no fuera de su competencia directa, extremando el cuidado y la vigilancia, amén de indemnizar a las víctimas como es debido, pues el mal causado no tiene arreglo ni solución. Hay cicatrices que duelen hasta la muerte, porque a las víctimas o no se les escucha o se tiende a decirles eso de... «¡no será para tanto!». Pues afirmo, casi agresivamente, que es para eso y para mucho más. La autoculpabilización es tremenda y muchos morirán sin haberse atrevido a abrir la boca. Más de un suicidio «inexplicado» tiene aquí su causa y origen, sin que nadie se haya responsabilizado de la tragedia hasta el presente.

Hace unos meses, leyendo un periódico, me impresionó la expresión de un político mexicano que hablaba de «mochar la mano»: cortar la mano (físicamente) a todos los que la metieran en la caja. Si en nuestro país se llevara a cabo esta salvajada, las amputaciones serían numerosísimas, por el latrocinio descarado, y por tantos y tantas que manosean y babean los genitales de niños y niñas desde su más tierna edad, (exploren los archivos de pornografía). A la ministra y consejeros de educación Autonómicos les lanzo el aviso con tiempo suficiente para que preparen seriamente al personal responsable, antes de empezar el próximo curso, con cientos de guarderías infantiles bajo su protección y competencia. No vale cualquiera para atender adecuadamente a criaturas de cero a cuatro años. Filtren la selección de ese personal. Los infantes no pueden hablar nuestro idioma ni comprender ciertos manoseos, no pueden protestar más que con lloros o con jadeos, que solo entienden profesionales formados. En estos quehaceres de gran responsabilidad y tan poco valorados, se suelen colar «aves-rapaces o carroñeras» a las que el instinto o la patología les lleva al aterrizaje donde otean carne fresca a su alcance, sin que nadie se percate de posibles futuros infanticidios psicológicos.

Padres y madres de familia, no bajen la guardia nunca en este asunto y menos cuando, por necesidad de subsistencia laboral y por poca o nula sensibilidad social, no se paga a las madres que cuidan en sus casas a los hijos hasta los tres años, al menos. Ese cuidado materno debería valorarse y pagarse a toda madre gestante. Ahorraríamos en salud mental de nuestros futuros adultos. Sindicatos, (ociosos y poco cultos en el ámbito de educación materno-infantil), empezad a plantearos esta reivindicación, que es más seria de lo que todos nos imaginamos y de unas consecuencias imprevisibles.

El cuidado de las madres gestantes y de sus retoños es un tema sociosanitario y de educación, importante y complejo, que debe tratarse profesionalmente por médicos, pediatras, pedagogos, psicólogos y psiquiatras, antes de que lo manoseen políticos ignorantes, pero interesados en apuntarse el tanto. Lo que en 1956 nació en León como primera Maternidad del Estado y que cuando en 1966 pasó a la Diputación como Instituto de Maternología y Puericultura fue, para la historia no escrita de esta época, idea básica del Dr. Cipriano Pérez-Arapiles Delgado, Maternólogo y Puericultor, que lo mamó en la Universidad alemana de Heidelberg, junto a Javier Martínez de Bedoya y Mercedes Sanz Bachiller. Estudien, sin miedo, lo que fue «Auxilio Social», antes «Auxilio de Invierno», antes «Winter-hilfe». La maternidad y primeros cuidados de sus bebés es labor seria y agotadora; pagarla, con Seguridad Social incluida, haría justicia con estas trabajadoras de 24 horas diarias ininterrumpidas. Su remuneración resultará rentable a corto y largo plazo.

A la ministra y consejeros de educación autonómicos les lanzo el aviso con tiempo suficiente para que preparen seriamente al personal responsable
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