SEGURIDAD Y DERECHOS HUMANOS
Administración estratégica

Elon Musk ha anunciado que despedirá a un número importante de funcionarios del Gobierno Federal de los EE UU en cuanto se haga cargo de su Departamento de Eficiencia Gubernamental, creado expresamente para él por el que será de nuevo presidente Donal Trump. Incluso, en una falta de tacto evidente ha publicado los nombres de algunos de ellos.
Conociendo un poco el funcionamiento de la administración estadounidense, no creo que les haya sorprendido mucho a los funcionarios afectados y no afectados. Sus puestos siempre están en la cuerda floja con los cambios de gobierno. Incluso alguno ya se habrá ido por iniciativa propia sin esperar a que lo cesen pues se avecinan cambios drásticos.
Más allá de la falta de decoro y declaraciones impactantes, lo que han declarado los dos citados es que pretenden recortar drásticamente el gasto en la administración a la que consideran sumamente ineficiente. La cifra la han establecido en dos billones de dólares. Sea, o no, realista su planteamiento, está claro que no ven con buenos ojos un gasto que no produce los beneficios que se espera de la administración de la primera potencia mundial.
La necesidad de una administración eficiente nadie la pone en duda. En lo que hay divergencia es en cómo conseguir que la administración de cualquier estado y a cualquier nivel sea precisamente eficiente. Simplemente con echarle un vistazo a la prolija normativa administrativa se produce una sensación de desazón aun para el más temerario para conseguir tal objetivo.
Los analistas en geopolítica están comenzando a incluir entre las amenazas a la democracia sus administraciones sobredimensionadas y escleróticas. Lo que debiera ser una piedra angular de las democracias liberales se está erigiendo en un enemigo interno que consume como un cáncer su médula ósea desarmando el esqueleto que debiera darles estabilidad.
La fractura entre el estado, su aparato administrativo y la ciudadanía cada vez es mayor. Una administración que se mira a sí misma, que está alejada de la realidad cotidiana porque no escucha al ciudadano, simplemente se limita a trasladarle notificaciones a modo de autómata, produce rechazo.
En la sociedad del control, la administración genera bucles de supervisión que originan una burocracia innecesaria y que nadie ha solicitado. Hemos perdido la perspectiva de que el ciudadano es el destinatario final y la causa inicial de la existencia de cualquier administración.
Napoleón lo tenía claro, el ejército que se vuelve pesado pierde la guerra. Él lo experimentó en sus propias carnes y le costó el destierro. El concepto de administración estratégica no es de aplicación en el denominado sector público. Cosa elemental en cualquier empresa, entendiendo este término en sentido amplio.
Saber qué estamos haciendo, qué recursos tenemos y hacia dónde queremos ir es básico en cualquier actividad humana, salvo el la administración pública. Si hablamos de lecciones aprendidas y de rendición de cuentas o criterios de mejora la cosa empeora. No es esto un flagelo nacional, en cualquier otro país se dan estas carencias.
La administración sí puede incorporar muchos de los parámetros de la empresa. Es más, creo que debiera hacerlo para corregir la deriva en la que se encuentra. Para ello se necesita un cambio legislativo importante. Se necesita dar más iniciativa a los funcionarios, que los hay, que sienten y viven la administración como una vocación de servicio, aquellos que no creen que su trabajo comienza y termina en una máquina de fichar.
Hay que buscar la forma de recompensar a los funcionarios que son productivos, que los hay, y de no premiar a los acomodaticios que se enmascaran en la masa funcionarial y endosan a modo de cheque sin fondos su trabajo a los compañeros. La administración debe producir beneficios a la sociedad, económicos y sociales.